La escena política de Compostela sigue estos días agitada, en modo alguno revuelta, por el revés que ha supuesto para las aspiraciones de la ciudad verse apeada en la fase regional de la carrera por albergar la sede de la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial (Aesia). Finalmente, y pese a los méritos obvios que reunía la propuesta de Santiago, la candidatura gallega recayó en A Coruña, que, como no podía ser menos, tiene el apoyo compostelano. Es una decisión la de este respaldo cargada de sentido común y que dice mucho, y bueno, del desapego hacia esas actitudes localistas que tantos palos han puesto en las ruedas del progreso de este país. Curiosamente, este gesto del gobierno de la ciudad ha pesado menos en las lecturas políticas del desenlace de la criba gallega por la Aesia que las críticas a la falta de pericia del alcalde para seducir a los encargados de elegir. Y no parece que ese foco esté en la posición más edificante, salvo por el contexto preelectoral, que todo lo aguanta. Porque puestos a buscar aldraxes bien podrían concentrarse los esfuerzos en el caos del párking del Clínico, donde la Xunta niega a Santiago lo que da a los hospitales de A Coruña y Pontevedra. O en el aparcamiento de la estación de tren, donde el ADIF (Gobierno central) no considera esta ciudad en la misma medida que a Ourense y Lugo. Por no hablar de los recortes horarios en los vuelos a Madrid desde nuestro «hiper-subvencionado» aeropuerto. Esos sí que son tres buenos sopapos.