Una invitación a navegar por el Tambre igual que se hace por el Mandeo

cristóbal ramírez

SANTIAGO

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Si un catamarán eléctrico puede remontar el Mandeo, ¿no podría surcar las aguas del Tambre?

04 sep 2021 . Actualizado a las 12:24 h.

En ocasiones no es malo comparar. Se aprende. Y de paso se puede mejorar la oferta turística de la comarca compostelana. Por ejemplo echando un vistazo, o mejor siendo protagonista, a lo que se está haciendo en el golfo Ártabro, pegado a estas tierras.

Existe, además, un vínculo común histórico: los peregrinos que en la Edad Media arribaban a Santiago también lo hacían desde el puerto de A Coruña y algunos secundarios de sus cercanías. Lo siguen haciendo. De manera que es posible sentirse peregrino por un día arrancando desde Miño y pensando en alcanzar la catedral.

Y aprovechando que aunque algunos días no lo parezca sigue siendo verano, la invitación a embarcar en un catamarán eléctrico no contaminante y preparado para llevar a todo tipo de personas por muchos problemas que tengan de movilidad resulta demasiado fuerte como para negarse a ello.

De manera que Miño se convierte en el punto de partida. La embarcación es totalmente silenciosa, y lo único que se va a oír es el chapoteo sobre la superficie del mar, carente de olas. Y así avanza para dejar la inaccesible punta Xurelo a babor (o sea, a la izquierda), limítrofe de la desembocadura del Lambre, que se adivina al fondo.

Pequeñas playas que desaparecen parcial o totalmente con la marea alta, espuma a estribor que indica que ahí hay un banco de arena, un cormorán solitario a ras de agua… En todo ello se fija Gema y lo explica al visitante, con Laurent a su lado.

Y así el catamarán, que puede trasladar a cinco personas del mismo grupo (no mezclan grupos) se va metiendo en un canal, el canal por donde discurre el río Mandeo. Al frente, Ponte Pedrido, y un poco más allá, el gran puente de la AP-9, asentado en un islote llamado O Castelo y en el cual andaban antes a su aire vacas y ovejas. La playa de O Pedrido a la derecha, desde no hace mucho sin un edificio que le restaba estéticamente.

Ese canal es ancho, dejando las marismas a estribor, vecinas del impresionante pazo de Mariñán -que por cierto se admira mejor en toda su grandeza a la vuelta-, y a la mano contraria aparece el primer esqueleto de un barco. Y la conversación se va al recuerdo, a cuando por aquellas aguas crecían almejas y ostras, cuando había salinas, cuando se cargaba la sal en un pequeño muelle del que desde el mar no se ven los restos, mientras los patos abundan y los cisnes observan indiferentes desde la lejanía.

De manera que la comparación se hace hasta necesaria. Si ese catamarán eléctrico puede remontar el Mandeo, ¿no podría surcar las aguas del Tambre? Por supuesto que existe un embalse ya saliendo de la comarca, y por supuesto que se interponen un par de «caneiros» en Oroso. Pero ¿y en el medio? ¿Por qué en el golfo Ártabro es rentable y aquí no puede serlo? No entra en la categoría de lo necesario recorrer muchos kilómetros.

En Betanzos, en fin, surgen dos posibilidades: una es detenerse en la ciudad, que sí esconde numerables sitios de interés, y otra es continuar río Mandeo arriba. Sorprenderá por su anchura, pero sobre todo por su exuberante vegetación. Un paraíso escondido que tampoco está tan lejos de Santiago como para tacharlo de la lista.