El polígono de Vite se hace mayor

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

PACO RODRÍGUEZ

Hace 50 años que nació un barrio de viviendas sociales pionero en España

14 oct 2020 . Actualizado a las 00:04 h.

Corrían los años 50 del pasado siglo cuando un reconocido arquitecto madrileño, Julio Cano Lasso, diseñó para Santiago el primer polígono de viviendas sociales de España. La redacción del plan parcial del polígono de Vite en 1968 y su aprobación, un año después, posibilitó que, a partir de 1970, se empezaran a construir los primeros bloques de un barrio emplazado en una zona rural de prados y casas de aldea en las afueras de la ciudad.

La necesidad de dar un hogar a las familias que carecían de recursos, pero también a las que habían sido desalojadas de sus viviendas por expropiaciones en zonas en proceso de remodelación urbanística, como San Caetano, propició la construcción de los primeros bloques de un complejo residencial que se concibió como la antítesis al Ensanche. Huir de las manzanas de cemento y construir edificios rodeados de verde dieron personalidad a un barrio que, en lo urbanístico, respetó el proyecto original del arquitecto, pero que olvidó la dotación de servicios complementarios que permitiesen vivir dignamente a las familias necesitadas que comenzaron a poblar los bloques de viviendas, desarraigadas de sus lugares de origen y sin recursos para hacer comunidad en un descampado salpicado de edificios de dudosa calidad.

Los años 80 fueron difíciles para Vite. Eran caldo de cultivo para la drogadicción de jóvenes sin futuro y para la delincuencia. Como otros barrios de Santiago, pero el polígono compostelano, por la vulnerabilidad de sus residentes, quedó especialmente marcado en unos años en los que el paro y la inseguridad ciudadana hacían mella en la ciudad.

En los 90, Vite maduró y se hizo barrio. En buena parte, por el empeño de sus habitantes. La presión vecinal logró que se levantase un colegio digno donde antes solo había barracones, que se construyese un centro sociocomunitario, que se diseñasen equipamientos deportivos y que se habilitase un centro de salud. Los residentes dejaron de considerarse naturales de sus lugares de procedencia y pasaron a definirse, con orgullo, como vecinos de Vite, el lugar en el que habían nacido sus hijos.

Mismos usuarios, más edad

Pero el barrio se hace mayor. Los hijos crecieron, muchos se marcharon y los padres se quedaron solos en viviendas sin ascensor levantadas en un polígono con problemas de movilidad. El epicentro de la problemática sigue, en su mayoría, en el mismo grupo de personas que cuando se levantaron las primeras casas. Solo que entonces tenían 20 años y ahora rondan los 70.

PACO RODRÍGUEZ

Alfredo Santomil: «O problema antes eran os mozos; agora son os vellos, que viven sós e sen mobilidade»

Llegó con su madre viuda a los 19 años, en 1978, para instalarse en el segundo bloque de viviendas construido, el de Belén. Se ajustaba al perfil del de otros muchos chicos del barrio desarraigados y con escasos recursos que cayeron en las drogas, pero el destino de Alfredo Santomil era otro. Era, precisamente, el de guardián del vecindario a través de la asociación de vecinos Polígono de Vite, que preside desde hace 35 años. «Entrei na comisión de festas e ía polas portas a pedir os cartos e a xente falábame dos problemas que había, así que eu pensei: ‘Isto da comisión de festas está moi ben, pero fundir os cartos en dous días cando hai tantas cousas que arranxar...'» Y así fue cómo se puso en marcha la asociación, la coordinadora de barrio y el plan comunitario que todavía hoy sigue operativo, con Luki y con Rosa Álvarez como monitores de un programa que actuó de vigilante, acompañante y cuidador de cualquier persona con un apuro en el polígono.

Trabajo nunca les faltó en un barrio que albergaba todos los conflictos que amenazaban a la sociedad en unos años muy duros. «Os problemas habíaos en todas partes, pero aquí agraváronse porque chegou xente de todos os sitios; dos barrios, do rural, familias desestructuradas...». Santomil cuenta una anécdota que refleja muy bien las contradicciones con las que nació el proyecto: «Viña xente da aldea que atopouse con pisos cos baños ben montados e, que fixeron? Pois poñer as patacas a secar na bañeira, porque era o que facían nas súas casas». Y la necesidad de convivir con los vecinos en unos edificios angostos, la obligación de hacerse cargo de los gastos y los cuidados de la comunidad y de crear una cultura de colectividad, las reparaciones pendientes en unos bloques mal construidos en los que entraba el agua, la droga que se colaba por las escaleras, el paro, la delincuencia, la falta de servicios...

La presión vecinal fue poco a poco logrando que Vite contase con servicios básicos como el colegio, el instituto, los equipamientos deportivos, el centro sociocultural o el centro de salud, y así, poco a poco, se fue creando espíritu de barrio. «Antes, aínda que levaran dez anos vivindo aquí, a xente dicía que era do lugar do que procedía. Agora, aínda que leven dez anos fóra, din que son de Vite».

El barrio envejeció, y sus habitantes, también. Pero el trabajo comunitario sigue siendo necesario. «Agora os problemas son de mobilidade, hai moita xente maior que vive soa en pisos sen ascensor». Alfredo Santomil reflexiona desde Ponte Mantible, el viaducto que estaba ahí mucho antes que el polígono y que sigue inalterable al paso del tiempo. Como él.