Cosas que no han cambiado

SANTIAGO

10 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Maravillados y exhaustos, después de consumar su proeza, algunos peregrinos siguen tumbándose boca arriba en medio del Obradoiro como si fuese la cama de una habitación en cuyo techo estuviese la Catedral. Hay algo de gesta en terminar el Camino y por eso la plaza tiene ese aire majestuoso de las grandes cumbres, con las dos torres como los picos de una montaña desde la que se observa mejor el mundo. Vi así de felices a un grupo de peregrinos el pasado martes, con sus mascarillas y guardando la distancia. Luego llegó otro grupo, y otro, y por un momento me pareció que la plaza iba recuperando el ambiente de otros veranos. Pero al alejarme del lugar y tener algo más de perspectiva, me di cuenta de que, en realidad, eran muy pocos, y que en el Obradoiro había demasiados huecos. Sobre todo para ser el mes de julio. Casi no había extranjeros.

Pero hay muchas cosas que, afortunadamente, no han cambiado; el casco histórico compostelano sigue siendo un conjunto artístico y patrimonial inigualable; el Franco sigue oliendo todos los mediodías al relleno de la empanada; el gaiteiro sigue tocando su melodía en las escaleras del Arco de Xelmírez; los locales de hostelería siguen cocinando cada vez mejor; algunos negocios, sobre todo los últimos que abrieron, siguen haciendo helados riquísimos; doña Julia, de Fotos Sandine, sigue trabajando todos los días; las nubes siguen apareciendo un día sí y otro también, aunque estos días vestidas de blanco; el Suso sigue todavía en pie y, sobre todo, Santiago sigue siendo un sitio muy pequeño, a pesar de todas estas grandezas.