José Luis Garci fue el primer director español en lograr un Óscar. Fue con Volver a empezar, una película soberbia sobre las segundas oportunidades, las veleidades del destino y la belleza de la vida aún cuando se conoce a ciencia cierta que está a punto de expirar. En realidad, ya deberíamos saber que siempre está a punto de expirar y que cada día, cada minuto, es un regalo. A mí me encantó. Con ese partido Sporting-Atleti en El Molinón y esa banda sonora en la que emergía imponente el Canon de Pachelbel. Desde entonces, esa música maravillosa resuena en mi cabeza cada vez que me toca remontar. Cada vez, y ha habido varias, en las que he tenido que volver a empezar. Como ahora tenemos que hacerlo todos. El Canon de Pachelbel debería ser el himno de la desescalada. Sus acordes deberían preceder cada mañana nuestros pasos por las calles que vuelven a estar habitadas. Por las terrazas en las que vuelve a haber cafés y cañas. Por los bares en los que desconocidos vuelven a invitarse a una ronda tras hablar de esto o de aquello para, quizás, no volver a verse nunca más. Por los comercios que reabren a pesar de todo. Por los hoteles vacíos que ya reciben alguna llamada preguntando por unas vacaciones que jamás nos habíamos merecido tanto. Por las oficinas de las administraciones, que vuelven a atender al público aunque sea con cita previa y con mascarilla. Ay, la dichosa mascarilla, cuánto la odio. Toca volver a empezar. Mirando atrás, sí, para no repetir tantos y tan fatales errores. Pero sin miedo. Saldremos de esta. Se lo debemos a los más de 27.000 que ya no están.