«Adú» y el pin parenteral

Emma Araújo A CONTRALUZ

SANTIAGO

05 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Por cosas de la edad pertenezco a un generación que vio en el cine la mejor ventana del mundo y que encontró en la televisión un escollo que tardé años en entender: los dos rombos de las películas de los viernes y sábados por la noche y de míticas series como Kunta Kinte y Yo, Claudio. Para mi hermano y para mí, aquellos brillantes símbolos tenían un mensaje claro: vete a la cama, y si no tienes sueño, lee.

Por eso de ir quemando etapas y primaveras ya caí en la reflexión de que no es lo mismo el paso del tiempo, que no cura casi nada, que el tiempo pasado, que para cosas como el cine y los dos rombos era mucho mejor. Hoy, las películas que llegan a la cartelera incluyen recomendaciones para franjas de edad. Y esto hace perfectamente posible, como ocurrió el pasado domingo en Santiago, que dos menores acompañados de una adulta visionen películas como Adú. Altamente recomendable para mayores de 16 años como bien consta en la publicidad, refleja una realidad que no queremos ver y que resulta aterradora para la mirada limpia de un pequeño de una edad muy parecida a la del protagonista.

Estremecerse con la historia de un niño que solo quiere vivir mientras otro intenta evadirse de lo que ve, y que solamente lo consigue cuando su madre le da la murga, a él y a todo el público con sus palabras y el brillo de la pantalla de su teléfono móvil, es una experiencia a la que no he conseguido ponerle nombre. Solo me sirve para reafirmarme hasta el infinito y más allá en que no hay pin parenteral que valga, ni siquiera para elegir una película imprescindible, si tienes la edad adecuada.