«A linterna é para cando saio á rúa, e as velas para casa»

Margarita Mosteiro Miguel
marga mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

cedida

En Carme de Abaixo, Oblatas, Rueiro, Poza de Bar y San Lourenzo se las ingenian para no vivir a oscuras

12 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo un tiempo en el que en prácticamente todos los hogares de la ciudad, y aún más del rural, había velas para sustituir la luz de las bombillas. Era un tiempo en el que los apagones eran habituales, y en las parroquias sabían que la prioridad era la revolucionaria máquina de ordeñar y no la luz de casa. En los años 70, un poco más tarde en algunas zonas rurales, se puso fin a la tenue luz de las bombillas de 125 voltios para subir a las de 220, pero los cortes del suministro traían de cabeza a los usuarios.

Esto que puede sonar a una historia pasada sigue siendo en parte realidad no muy lejos de la Catedral. Aunque con luz de 220, a menos de tres minutos del Campus Vida y a poco más de 10 del Obradoiro, los vecinos de Poza de Bar, Rueiro, Carme de Abaixo, Oblatas y buena parte de San Lourenzo viven pendientes del suministro eléctrico. No hace falta que llueva mucho, y ni siquiera es necesario que la ciudad se vea afectada por una ciclogénesis explosiva, basta con que todos los vecinos opten por poner la calefacción o usen a un tiempo el horno mientras trabajan en el ordenador y ven la televisión. El último corte fue el viernes, sobre la una del mediodía, y algunos no recuperaron el suministro hasta pasadas las cuatro de la tarde.

Ante esta situación, los vecinos aplican el ingenio para «ir tirando hasta que arranxen o problema. Non sei se o veremos», comenta Ramón Codesido, que vive en la casa familiar de los años 50. «Non mudou nada dende entón. Os mesmos postes de madeira e o mesmo tendido, pero agora somos máis e con máis necesidades», explica. Ante los continuos cortes de luz que pueden durar muchas horas, y que también les dejan sin alumbrado público, Ramón optó por comprar una linterna «para cando saio a rúa, porque non se ve nada. De normal co alumeado tampouco se ve moito, pero algo mellor. E cando marcha a luz, que é moitas veces, podes caer. A levo sempre conmigo. Para a casa teño velas, pero a literna tamén axuda». Ramón cree que el problema no es solo de la antigüedad de la infraestructura. «Non fan mantemento. Agora virán, cortan unhas ramas e poñen unhas grapas, pero o problema é polo vello de todo. Non chega para todos», dice.

«Aquí no puedes programar el horno para tener la comida lista al llegar de trabajar al mediodía, porque la luz no es segura. Ya se fue algunas veces, y comimos bocadillos», comenta María, una vecina de Rueiro. «Basta que te pongas a hacer un bizcocho para que se vaya la luz y te quedas a medias». Las pasadas Navidades, relata, «no arriesgué y llevé la carne a asar a casa de una amiga». La opción más clara para tener calefacción es la eléctrica, porque «lo de las bombonas es una locura. No hay gas canalizado, pero cuando falla la luz, solo queda ir por casa como si estuvieras en la calle». En este barrio del Sarela aumenta la población, y lo hace con unas necesidades básicas que superan con creces la capacidad del tendido eléctrico. «En el barrio hay una instalación de la época en la que los vecinos tenían una nevera, y empezaban a llegar las lavadoras», explica Jon Brokenbrow, de la Asociación Río Sarela. «Ahora hay neveras, congeladores, ordenadores, televisión y calefacción. No llega para todos».