Somos papeleo

Serafín Lorenzo A PIE DE OBRA

SANTIAGO

07 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El estrés posvacacional es un cuento chino cuando se asocia al trabajo. Claro que cuesta mudarse del taburete del chiringuito para volver al pulso frenético de la vida laboral. Pero lo que de verdad exaspera es la vuelta al cole, ese proceso del que sabemos cuando se inicia pero que uno cree que no acabará nunca. Es la prueba del algodón para los nervios más templados. A ver quién puede desactivar esa bomba. No hay que cortar el cable azul de la adquisición de vestimentas varias. Tampoco el verde del material escolar. Ni siquiera el rojo de los libros de texto, dignos de cotizar en bolsa. Porque la clave está en el papeleo.

Resulta que, bien entrado ya el siglo XXI, la escolarización implica zambullirse en el XIX. Cuando cientos de gestiones pueden hacerse tranquilamente desde el teléfono móvil, lo del colegio requiere armarse de bolígrafo, buscar una fotocopiadora -o rescatar la impresora del trastero- y visitar ventanillas. Pides plaza. Esperas. Solicitas cita para la matrícula. La formalizas. Entonces te preguntan por el comedor, actividades extraescolares... Vale, anoten a la niña en esas cosas divertidas de las tardes. ¿Del ANPA o del Concello? Las que sean más didácticas, supongo. A esas alturas la cara de pez ya no se puede disimular. Pero hay más. El teléfono para las del ANPA está pegado en la cristalera. Para las del Concello hay que llamar allí. A ver si quedan huecos. Y venga otra ronda de papeleo y una ristra más de resguardos cortados con tijera.

El estrés posvacacional es la pesadilla de despertar otra vez en este mundo de cartón piedra en el que los influencers solo son los tipos que te dan la vez en la cola de la ventanilla.