Toda precaución es poca cuando se trata de guardar documentos, porque resulta del todo inimaginable que si cada mes haces malabares para pagar la hipoteca y conseguir que tu cuenta bancaria no entre en números rojos antes de cobrar la siguiente nómina puedas recibir un aviso de que esa casa, que crees que algún día puede ser tuya, en realidad está bajo el punto de mira de Hacienda porque en algún expediente no consta que tenga dueño. Aunque el recibo del IBI dice todo lo contrario. Es casi como cuando te encuentras una cartera con dinero en el suelo y das por hecho que es tuya porque quien la dejó allí, en realidad, quería desprenderse de ella porque no tiene el tique de cuando la compraste.
Agosto es el mes de vacaciones por excelencia y es también el mejor momento para que Hacienda te avise de que a la declaración de la renta de hace cuatro años le falta un papel que diga que un gran dependiente reconocido sufre una minusvalía o que la concentración parcelaria de hace diez años no registró tu nombre como propietario. Quizá por cosas así Trump pensó que podía comprar Groenlandia porque Dinamarca no la tiene convenientemente registrada a su nombre.
Está claro que vivimos en un mundo al revés, en el que los migrantes náufragos no merecen puerto seguro porque no tienen papeles pero la familia Franco puede demostrar sin que nadie ponga en entredicho los documentos que dicen que el pazo de Meirás y las esculturas del maestro Mateo son suyas. O que los papeles de Bárcenas son en realidad unos garabatos para un guion de cine de una película de Marvel.