Diana

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor ENTRE LÍNEAS

SANTIAGO

01 mar 2019 . Actualizado a las 17:03 h.

Es imposible ponerse en el lugar de unos padres que han perdido a su hija. Hay dolores que son tan extremos que nada de lo vivido puede servir como referencia. Es inimaginable si no lo has pasado. Cada vez que pienso en Diana Quer por supuesto que me estremece imaginar el terror al que tuvo que enfrentarse esta joven de tan solo 18 años, pero para mí es casi más desgarrador intentar comprender el infierno al que han sido arrojados sus padres. El infierno en el que sin merecerlo tendrán que vivir el resto de sus vidas. Ahora hemos conocido que el abogado que representa a la familia, Ricardo Pérez Lama, que es el mismo que con tanto éxito dirigió la acusación popular en el caso Asunta, acaba de reclamar para el acusado, José Enrique Abuín Gey, alias el Chicle, la prisión permanente revisable. No solo soy de los que defienden esta pena, que existe en la gran mayoría de los países de nuestro entorno, sino que no creo que alguien al que se le imputan unos delitos tan graves y repugnantes merezca otra. No solo por la memoria de Diana. Ni por la justicia que merecen su padre, su madre y su hermana. Sino también porque todos nosotros merecemos que monstruos capaces de violar y asesinar estén lejos de nuestros hijos. Como sociedad, tenemos la obligación de protegernos de seres así. No es cadena perpetua, no. Porque en caso de ser condenado a prisión permanente revisable, pasado un tiempo mínimo, el Chicle podrá volver a pisar la calle. A ser libre. Simplemente tendrá que demostrarle a los psiquiatras y psicólogos que le traten que ya no es un ser repugnante capaz de hacer tanto daño. Eso es lo justo.