Lo de los aturuxos de Mini en el Parlamento de Galicia y los discos en el haber de Davide Rodríguez con Cuchufellos no son novedad alguna. La relación entre la política y la música va de la mano de la democracia española desde que Enrique Tierno Galván se sumó a la movida madrileña con mejor fortuna que los bailes en el escenario que se marcó Iceta a lo Freddy Mercuri o los escarceos de Soraya Sáenz de Santamaría en El hormiguero. Lo cierto es que siempre que se acerca una cita electoral, los candidatos se lanzan a la pista para hacer sus pinitos con mayor o menor fortuna según las aptitudes de cada uno para las artes musicales y escénicas. Algunos ni siquiera necesitaban la excusa de la campaña. El que fue alcalde socialista de Vilagarcía, Javier Gago, finalizaba todas las cenas de Navidad con los periodistas mostrando sus dotes a la guitarra mucho antes de que Abel Caballero se lanzase con los villancicos. Resulta entre tierno y un poco ridículo ver ahora a los candidatos de En Marea para el Congreso, acompañados de Martiño Noriega y otros rostros conocidos de Compostela Aberta, cantando en plan indie en el vídeo Vai chegar En Marea de hace cuatro años, con ese aspecto entre ingenuo e ilusionado que recuerda los felices 80, cuando se daba por hecho que la modernidad había llegado para quedarse. Pero la movida necesitó unas décadas para envejecer, mientras que los nuevos partidos lo hicieron al ritmo trepidante que marca ahora la política. Preferible reeditar a Los Tamara de la mano de Novedades Carminha. Vendrán nuevas cantinelas, pero para la música, mejor Malú y Nacho Vegas que Albert Rivera y Andrea Levy.