San Marcos

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

04 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Está en marcha un plan para dignificar la entrada a la ciudad de los diversos caminos de Santiago. ¡Iba siendo hora, porque es algo que se viene pidiendo desde 1994! Pero, en fin, nunca es tarde si la dicha es buena y hay que reconocerle a la Xunta que se haya decidido, de una vez por todas, a acabar con la indignidad actual que son esas entradas.

Claro que lo estadísticamente ilógico sería que no hubiese protestas, va en el ADN latino, y ya se han empezado a remover las aguas en el polígono del Tambre. No es que tales protestantes tengan razón o no. La realidad es que el hecho de que el Camino Inglés cruce esa zona industrial es una aberración sin más. Pero en fin, se pecó en los años 90 y se siguió pecando ahora, cuando la Dirección Xeral de Patrimonio diseñó un nuevo trazado de esa ruta.

Pero el elemento más agresivo, y que es el más fácil de retirar, es un puesto de bebidas pegado al pequeño templo de San Marcos, en pleno Monte do Gozo. De hecho, es lo primero que ve el peregrino que llega a ese lugar tan simbólico desde el cual se divisan, por primera vez, las torres de la catedral compostelana cuando se viene por la vía tradicional, por el Camino Francés.

Esa autentica agresión al buen gusto -el puesto muestra un rojo chillón, como corresponde al color de la empresa que pagó la infraestructura en sí- es, aunque parezca lo contrario, deprimente, auténtico icono de lo que no debe ser el Camino de Santiago.

De ahí mismo partió en 1116 el arzobispo Gelmírez en procesión a la Catedral. Si hoy levantara la cabeza y se dirigiera a San Marcos con sus gentes, seguro que adoptaría medidas drásticas. Las mismas, pero sin duda de manera más pacífica, que hay que tomar hoy.