Hay palabras que se las lleva el viento, pero otras te calan hasta el tuétano y son como la sintonía pegadiza de una canción que te queda grabada en el subconsciente. También las hay que van mucho más allá y se convierten en un tatuaje en el alma. María Xosé Porteiro nos regaló una de ellas, machinazi, como punto y final en el acto convocado por el colectivo Xornalistas Galegas en Santiago.
Machinazi no existe en ningún diccionario pero tamaña palabreja bien podría definirse como la rama más radical del señoro o como un nuevo concepto planteado por el feminismo en respuesta al insulto de feminazi, que debe ser algo así como un aquelarre de feministas, porque me niego a pensar que quien la utiliza lo hace en el sentido literal.
Habrá ya quien añada nuevas nomenclaturas para el brujerío de locas que se quieren libres e iguales y que suman a semejante osadía el oficio de periodista. Pero frente a tanta inquina, que encierra miedo a la vida entre iguales, podemos inventar nuevas palabras. A mí me gusta la idea de ser Feminancy, como forma de rebeldía que huye del insulto pero no de la lucha para conseguir un objetivo cuya justicia está sobrada de estadísticas y de ejemplos que ni la ceguera puede diluir.
Dentro de unos días, Compostela y cada vez más concellos de toda Galicia volverán a vestirse de negro contra la violencia machista, esa que muchas veces comienza con un tipo de palabras que el viento nunca se lleva, y no porque sean una canción pegadiza, sino que resultan la viva imagen de un miedo que te cala hasta el tuétano y al que la palabra machinazi le va como anillo al dedo.