Otro turismo

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

14 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La ola de calor ha dejado más felices a los ingleses. Una quietud paolocoelhiana se ha apoderado de los miles de personas que han acudido a ese gran invento de ocio que es el Grafham Water. No hay masas ni multitudes, porque la distribución de los espacios a lo largo de los casi 16 kilómetros de perímetro la ha hecho un genio.

Hace tanto calor y desde hace tantos días que el marrón va desplazando al verde del paisaje y además el nivel del agua ha bajado ostentosamente, lo cual no impide navegar a una docena de veleros. En un radio de una decena de kilómetros de donde estoy la oferta de ocio -siempre caro en términos gallegos- es enorme, imposible de atender en la semana que voy a estar aquí. Y parece fácil deducir que con copiar y copiar bien, tema resuelto.

Pero eso implicaría que aparcar ante el lago de Meirama o de As Pontes costase cinco euros, fuese la parada de media hora o de todo el día. Y que el feísmo se acabase por decisión real -o sea, que la oposición política, la que sea, abandonase la demagogia y que la nacionalista en concreto tuviera un insólito arrebato de modernidad que la hiciese abandonar aunque fuera momentáneamente su reivindicación de la aldea decimonónica o al menos del siglo XX- aunque los propietarios de tantos bodrios arquitectónicos tuvieran que ir en Seat Ibiza en vez de BMW. Y sobre todo, que en Galicia se dejase de protestar cuando hay un nivel de vida -gasto y consumo- que para sí quisieran en el norte de Europa. Y por cierto, con una sanidad, número de alumnos por aula y servicios bancarios bastante mejor.

Mientras eso no suceda, la diferencia entre Inglaterra y Galicia seguirá aumentado. Y no para bien de los gallegos, precisamente.