Bromitas

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez CON BISTURÍ

SANTIAGO

20 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Ocho de la mañana camino del instituto. El pensamiento en el siguiente examen, en el ejercicio sin hacer o en la discusión de ayer con papá. De pronto dos hombres paran el coche y comienzan a acosar. Uno lleva un pasamontañas. Hace dieciséis meses, en la misma comarca, alguien paró un coche y estranguló a una joven de 18 años. Así que sale corriendo, despavorida, y denuncia un intento de secuestro. Que no mujer, que era una bromita, que solo querían piropearte.

Alguien le pasa varios pantallazos de un grupo de wasap. Estudiante universitaria, no es capaz de asimilar que otros compañeros del campus puedan verter semejantes comentarios. Sobre ella o sobre otra, qué más da. Sobre una persona. «¿Cuál es nuestro oficio? Violar». Otra bromita. Diecisiete meses antes otros magos del humor hicieron comentarios muy semejantes sobre lo que iba a ser una grandiosa noche en los sanfermines. Solo que la bromita acabó sentando a cinco jóvenes en un banquillo, acusados de una violación grupal a una chica de 18 años.

A las intelectuales francesas les parece que la campaña #MeToo para denunciar el acoso sexual es exagerada, ya que nos lleva a una sociedad puritana en la que no tiene cabida la seducción. Se olvidan de que no conviene mezclar churras con merinas. Que el acoso proviene de una situación de poder y es delito, mientras que la seducción es algo voluntario entre dos personas de mutuo acuerdo. Luego está la Bardot, esa señora que durante unos años fue icono de algo, y que critica a las actrices que cargan contra el acoso sexual pero seducen a los productores. Cousas veredes, e oiredes.