Los nombres

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña EL MIRADOR

SANTIAGO

06 ene 2018 . Actualizado a las 00:42 h.

El genial Oscar Wilde ya sabía en el año 1895 que llamarse Ernesto era importante. En realidad, lo importante era llamarse. Y por eso los meteorólogos le han puesto nombres a las borrascas. En Santiago ya hemos conocido a Ana y a Bruno; Carmen apenas quiso dejarse ver y no sabemos todavía si David será discreto o vendrá con la fuerza de un ciclón. Sin haber ido a la universidad, del tiempo sabían mucho también nuestros paisanos, que no le ponían nombre a los temporales pero sí a las vacas, porque llamarles Marela o Pinta las hacía tan de la casa como al perro Pastor o a la tía Maruxa. Los nombres ayudan a identificar cosas y personas. Si lo sabrá Laureano Oubiña, que arruinó su vida el día en que empezó a lanzar exabruptos en la operación Nécora y se hizo tan famoso que ni la policía, ni la prensa ni as tolas -como llamaba él a las madres antidroga- le dejaron ya nunca más en paz. Pero ninguna institución es tan consciente del valor de las palabras como la Real Academia Española, que limpia, fija y da esplendor a los vocablos que incluye en el Diccionario. Y por eso acaba de admitir y definir el término posverdad, para que sepamos identificarlo y rebatirlo. Por no tener nombre la enfermedad de Julia, sus padres se han quedado sin una ayuda para cuidarla. En Colombia, hay miles de tumbas sin nombre. Son las de las víctimas de las FARC, enterradas sin identidad para toda la eternidad. El nombre de Diana Quer era desconocido fuera de su entorno hasta que desapareció el 22 de agosto del 2016. También lo era el de su presunto asesino. José Enrique Abuín Gey, ahora grabado a fuego en nuestra mente.