Viaje al interior

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña EL MIRADOR

SANTIAGO

10 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hablemos de turismo, claro que sí. Que la acción de algunos energúmenos no nos impida ser radicales; o sea, ir a la raíz. Al menos que el debate sirva para reflexionar sobre los riesgos que están a la vista. Nadie que viva en Santiago puede mirar para otro lado. Pero ya que hemos sacado del corral a la gallina de los huevos de oro y la hemos puesto sobre la mesa, me sorprende que todas las discusiones tomen el mismo rumbo y que nadie se pregunte por qué hay colas ahora para visitar la playa de As Catedrais, cuando siempre estuvo ahí; por qué se compra un billete con destino a largos encierros en el aeropuerto de Madeira; por qué los puentes son ese espacio de tiempo que se pasa en un viaje de ida y vuelta a Levante; por qué sentimos la necesidad de ir a la caza de espacios vírgenes para destrozarlos y luego contarlo.

Hubo un tiempo en el que se recorría el Camino de Santiago para reencontrarse consigo mismo; ahora se hace para huir de uno mismo. Antes se viajaba para conocer otras culturas, para aprender y perderse; ahora se viaja para colgar en las redes sociales un selfie con un monumento detrás. No importa cuál, lo que importa es que se sepa dónde. Y si al llegar tus vacaciones no te haces la maleta, es que algo te pasa. Y eres rarito si estás a gusto en tu sofá, en tu casa, con tu gente, en el bar de siempre, con ese libro que te espera, desandando lo andado, haciéndote compañía, que te tenías muy solo.

Escapadas para escapar de uno mismo. Y no hay ofertas para viajar al interior, aunque quizás en nuestro interior ya no quede nada interesante que ver. Por eso nadie va.