El pato Donald vive aquí

Emma Araújo A CONTRALUZ

SANTIAGO

11 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo de cumplir años y ser noctámbula tiene muchas ventajas. Una de ellas es recordar acontecimientos históricos (y también histéricos) delante de la tele. Me viene a la memoria el 9 de noviembre de 1989 cuando la simbología del muro de Berlín se hizo añicos mientras horas antes los sesudos contertulios, alguno de ellos profesor de mi facultad de Periodismo, aseveraban sin lugar a dudas «el muro no cae». Otros todólogos daban por hecho en base a su experiencia el resultado del supermartes de Trump de este año. Lo mejor de todo son sus profundos análisis de cómo es posible que alguien con unas cuantas neuronas vote a un candidato machista, racista y faltón. Será que estos expertos no tienen tanta memoria como yo y no recuerdan a alcaldes como Jesús Gil y a un eurodiputado como Ruiz Mateos. Y del Padornelo hacia acá no andamos sobrados de maravillosos ejemplos de cómo con las papeletas en las urnas a unos cuantos políticos les pasa algo parecido al milagro de la transformación del agua en vino, entran delincuentes y salen líderes reforzados. Alcaldes de bien cerquita con condenas firmes por agresiones sexuales, regidores denunciados por trabajadoras acosadas en una excursión, cargos electos que no te miran precisamente a los ojos (algún ex presidente del Estado le coló un bolígrafo a una compañera de oficio en el escote) y entrevistas en las que le pides al fotógrafo o a la persona responsable de prensa que no te deje sola salvo amenaza de bomba. Y todos ellos con holgadas mayorías absolutas en un tiempo no muy lejano. Y a un tiro de Compostela.