Arrancan los presupuestos participativos. También arrancaron hace dos legislaturas, con mal pie. Así que es inevitable que este procedimiento, con rango de universalidad desde que lo instauraron los hombre de Lula da Silva, surja con escepticismo en el seno de la población. Es de suponer que la voluntad política tiene mucho que ver con el anterior fiasco, pero seguramente también la voluntad ciudadana.
Quizás de todo el programa de Compostela Aberta para la presente legislatura, el proyecto de los presupuestos participativos entra dentro de lo más genuino en materia de participación ciudadana. Es, ni más ni menos, darle potestad al vecindario para que elija dónde quiere que se invierta el dinero público. Una porción del dinero público.
Es un millón de euros lo que destinará el Ayuntamiento a la discusión del cónclave vecinal. La oposición juzga que se trata de una cifra más bien cativeira. Es decir, que hay que poner más huevos en la cesta, que la gallina municipal es algo más ponedora, aunque los huevos de oro que levantaron la ciudad se acabaron en las pasadas legislaturas.
Hombre, no es un experimento que se haga precisamente con gaseosa, ya que el millón de euros es más que un pico y da para unas cuantas pistas. No obstante, puede ser suficiente para la nueva probatura de los presupuestos participativos. Algún detalle apuntó ya la experiencia piloto de iniciativas juveniles, un hermano menor que hizo de prólogo del proyecto de barrios que se está fraguando.
La clave de este instrumento, quien marcará el éxito o el fracaso de los presupuestos participativos, es el ciudadano. Todas las grandes proclamaciones bajo el signo de la participación han tropezado siempre en la misma piedra: la inhibición vecinal. El personal es más dado a delegar que a actuar.
Volcar esta actitud es el reto. Que haya dinero y quizás mejoras para el barrio propio debería aleccionar al contribuyente que desee darle un fin, aunque sea tangencial, a sus tributos. No todo es pagar. El erario local somos todos. Si Compostela Aberta logra que la parroquia ejerza, y lo haga masivamente, tendrá vía libre para ir incrementando la cuantía inversora en los sucesivos mandatos. En sus manos está que no reine la apatía. Con todo, lo bonito de iniciativas como la de los presupuestos participativos es darle juego a la gente y lograr que se sienta algo administradora de lo suyo. No será mala idea, de paso, que CA analice a fondo el recorrido de los presupuestos alternativos en la época de Sánchez Bugallo, que terminaron estrellándose contra las rocas. Para que no se repita. En octubre hablaremos.
La ciudadanía escogerá en ese mes los proyectos. Es de esperar que con buen tino y sin repetición de elecciones.