La marea que sube, la marea que baja

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor CRÓNICA

SANTIAGO

29 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Si algo asombra a un meseteño cuando se asoma a Galicia por vez primera es ver cómo el mar sube y baja tanto. Acostumbrados en su mayoría al comedido Mediterráneo, el Atlántico les deja alucinados con su bravura. Cinco metros de marea llena y otros cinco de bajamar. Una vez en O Grove, un señor de Valladolid me preguntó a dónde había ido el agua de O Bao. «Hay marea baja», le dije. Y alucinó al ver que donde hace un nada había todo un mar ahora solo quedaba arena húmeda. La Marea gallega, la política, ha hecho honor a su nombre. Y allá donde en las últimas elecciones municipales subió hasta el asombro ha bajado ahora en la repetición de las generales con la rapidez que solo tiene el océano en Galicia. En Santiago, Compostela Aberta (CA) se ha dejado ya 3.687 votos. La considerable cifra de 9 puntos de caída. Dirá el alcalde, Martiño Noriega, que no se pueden mezclar churras con merinas. Que no se pueden comparar elecciones al Congreso y al Concello. Y es verdad. Pero si comparamos las das citas generales que hemos tenido en solo seis meses también hay bajamar atlántica en CA. Ni más ni menos que 2.655 sufragios.

Si hubiese que explicarle el fenómeno a un señor de Valladolid habría que contarle que Santiago se desangró tres años bajo el mando de los populares Gerardo Conde Roa, que defraudó a Hacienda, y Ángel Currás, de infausto recuerdo para la historia local. En el año que tuvo su sustituto, Agustín Hernández, no pudo taponar la herida de confianza por la que se desangraba el PP compostelano. En esas llegó Compostela Aberta y cuando la marea subió logró que muchos confiasen en que traería honradez, trabajo y modernidad. Solo un año después, los suyos se quejan de falta de diálogo y los que no son de nadie de los baches que maltratan a sus coches, de las aceras destrozadas que causan caídas y hospitalizaciones y de la pretensión de cobrar a los vecinos las reparaciones de los vados. Por no hablar de su torpeza al enfrentar el problema de los indigentes de O Toural. Después de llenárseles la boca con que querían resolver el problema de raíz, han tirado por la calle del medio pagando a los problemáticos sintecho una pensión para quitárselos de la vista a viandantes y comerciantes. Eso lo podrían haber hecho desde el principio.

En un año en el que habría que haber hablado de mejorar el transporte público, de cultura, de turismo, de comercio, de reordenación del tráfico y de la Compostela del futuro hemos estado enfangados en asuntos de tan escasa altura política como fochancas y aceras. Un tema más de Meis o Agolada. Para ese viaje no hacían falta tantas alforjas. Igual es por eso que la marea que un día subió ahora baja.