esús Martínez, jefe de los bomberos, es un hombre prudente que da buenos consejos. Y no ha perdido la ocasión de ofrecerlos en esta noche de San Xoán, porque hay mucha cabeza loca que considera que divertirse con las fogatas es jauja y adoptar cualquier medida de seguridad es de pailanes. El machista término nenaza es de uso común en situaciones como estas, y siempre hay quien quiere desmentirlo lanzándose a unas llamas cuya peana son las brasas. A propósito, y para los listillos que se ufanen caminando sobre las ascuas, han de saber que estas provocan quemaduras. Este redactor observó a más de un chaval jugando a diabluras con el fuego y vio a alguno salir malparado. Los avisos los lleva el viento. Ah, hablando de eso, si a Eolo se le da por hacer acto de presencia hay que multiplicar la prudencia. Martínez hizo alusión a los apuntes de los exámenes en unas fechas en las que muchos estudiantes están deseando verlos consumir placenteramente como los inquisidores a los herejes. Todos los años las cacharelas alimentan sus llamaradas con apuntes fruto del rencor estudiantil. Y más de un alumno ve en ellos las imágenes de sus profesores. Uno de los alicientes, además del gastronómico que suele acompañar a las fogatas, es volar sobre las brasas. Pues bien, los propietarios de los viviendas próximas suelen cerrar sus ventanas. Para que no entre el humo, dicen. En realidad es para no escuchar los feroces ayes de los caídos en la hoguera, sobre todo si hay gente durmiendo. En fin, San Xoán puede ser una gran noche. Disfrutarla a lo grande o lamentarla es solo cuestión de no sobrepasar una línea roja o flamígera.