La actualidad del Camino de Santiago va de récord en récord. Tendemos a enfatizar los avances estadísticos de las peregrinaciones, una satisfactoria realidad, innegable como fenómeno mundial que ya es, pero este afán puede relegar a un segundo plano otras muchas certezas, desde las asombrosas experiencias individuales de los peregrinos hasta las carencias que estos encuentran en el recorrido y que, por cierto, tienden a minimizar ante las deslumbrantes vivencias que les acompañan. No le faltan motivos al deán, Segundo Pérez, para alardear de muy buenas expectativas para este año, relacionándolas con el jubileo extraordinario. Sin embargo, más provechoso que contar compostelas e instalarse en la autocomplacencia de los récords es progresar para dar a los auténticos protagonistas del Camino una satisfacción en el trato a la altura de su esfuerzo y de lo que corresponde a todo visitante de la ciudad. No hacerlo así es pan para hoy y hambre para mañana, dilapidar el inmenso filón que los designios de la historia han regalado a Santiago. No se entiende que sigan produciéndose problemas de higiene en albergues, que haya tramos de los caminos intransitables o donde los peregrinos se juegan la vida entre el tráfico, que tengan que dormir al raso por falta de camas o porque no les abren los polideportivos, o que les salga al paso un afán puramente economicista. Vamos mejorando: el plan para suprimir puntos negros de accidentes y el centro de acogida de Santiago llegaron, tarde, pero llegaron. El récord imprescindible del 2016 será impulsar un salto de calidad para que en el Xacobeo 2021 los peregrinos tengan los servicios que se merecen.