Conmoción en el funeral de Asunta

nacho mirás SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Xoán A. Soler

El templo parroquial del Ensanche santiagués se quedó pequeño para despedir a la niña

25 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor». Con la primera lectura del Libro de las Lamentaciones, el sacerdote que ayer presidió el funeral por la niña Asunta Basterra Porto, amigo de la familia, inició un funeral que dejó pequeña la iglesia parroquial de San Fernando, en el Ensanche compostelano.

Vecinos, amigos y una amplia representación del alumnado del Instituto Rosalía de Castro, encabezada por su director, Ubaldo Rueda, llenaron el templo poco antes de las ocho y media de la tarde. En el interior, muchas caras conocidas de la vida pública compostelana, desde el exalcalde de Santiago Xosé Sánchez Bugallo, al rector de la USC, Juan Casares, así como numerosas personas vinculadas al ámbito del derecho, la política y, en general, de la sociedad compostelana.

Y en el porticado que antecede a la iglesia, sentimientos comunes: dolor, mucho dolor, por la muerte de la pequeña; e incredulidad de todos los que, durante años, han conocido a alguien tan popular en la ciudad como Rosario Porto Ortega y que no acaban de digerir su detención como supuesta autora del homicidio de su hija. En el interior del recinto parroquial se vivió un momento especialmente tenso cuando llegó el padre de la pequeña Asunta, el periodista Alfonso Basterra Camporro, y parte del público increpó con dureza a los reporteros gráficos al grito de «¡Fuera!». La situación se calmó con la salida de cámaras y fotógrafos y la ceremonia pudo desarrollarse tal como estaba prevista, oficiada por cinco sacerdotes y acompañada por las voces de un dúo musical.

El cura que presidió la homilía dijo que ante una muerte prematura como la de Asunta, la pregunta que todos nos hacemos, «sin fácil contestación» es «¿Por qué?». Y animó a afrontar el dolor desde la fe.

Pasaban de las nueve de la noche cuando, bajo una lluvia suave pero incómoda, el templo se vació y, en la calle, volvieron a vivirse momentos de emoción que no dejaron pasar los equipos de televisión desplazados para la ocasión desde Madrid.

Entre el numerosísimo público que acudió al funeral se encontraban familias adoptantes en China. Rosario Porto y su marido habían destacado siempre por contar cómo había sido su experiencia trayendo desde el país asiático a Asunta y asesoraban a todos aquellos que se animaban a seguir un camino semejante.

Sobre las nueve y media de la noche se produjo un tumulto frente al templo parroquial, en la céntrica calle San Pedro de Mezonzo, al enfrentarse algunas personas con los cámaras y fotógrafos que permanecían en el exterior esperando la salida del padre de la pequeña.

«El Señor es mi dote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor», concluye la lectura del Libro de las Lamentaciones con la que arrancó la ceremonia, una de las más sentidas y tristes de cuantas se recuerdan en una ciudad que no levanta cabeza.

El exalcalde Sánchez Bugallo y el rector de la USC acudieron a la ceremonia

Entre los asistentes estaban familias que adoptaron

en China