Más relucientes que el sol

SANTIAGO

monica ferreirós

El jueves de la Ascensión empezó caballo y acabó en pasodoble

10 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Uno no es un picheleiro de pro si, en un día como el de ayer, no se hace el circuito completo de la Ascensión, con arranque en Amio y final con pasodoble pinturero de la orquesta Filadelfia en la Alameda.

Amio estaba hasta la bandera de humanos y de equinos, aunque había más de lo primero. Por cuatro churros te cobraban un euro. Y por una vaca pinta de plástico y un perrito autómata que ladra en chino, quince pavos el lote. Y es que o uno sale generoso de cartera o es mejor quedarse en casa. A las once hacía frío y humedad allá arriba. La voz fraguiana de Jacobo Pérez Paz, reverberada por la megafonía, iba dando paso a las distintas pruebas ecuestres. Y los niños mutaban en pequeños centauros sobre un poni peludo llamado Pepe. Pulpo, mercadillo... Algo no marcha cuando aparcar cuesta lo mismo que ocho churros. ¡Manos arriba!

Cambio de tercio a las doce para pulsar el ambiente de la zona vieja. En O Toural moría la movilización vinculada a la huelga en Educación, que dejaba en el aire un necesario eco de inconformismo. Y a las doce y media, muchos frentes abiertos: una charanga y los cabezudos arrancándose un baile en Platerías; o la Banda Municipal haciendo de la Rúa do Vilar un auditorio al aire libre. Por cierto: la ovación que recibió la formación que dirige Xosé Carlos Seráns después de atacar La leyenda del beso, de Reveriano Soutullo, fue de las que hacen época.

Y en la Alameda, coronada por esa peineta redonda que es la noria de Sánchez, ya saben: la Tómbola del Cubo, las rosquillas de Tino, la churrería de Lito Mambis... ese barrillo que se forma en el suelo, ese olor a humanidad garrapiñada...

A las dos salió de Porta Faxeira parte de la corporación para echar un pulpo. Absténganse de galleguizar al pulpo, que nos metemos en un fregado.

Lo de los políticos zampando por la Ascensión es como el postureo en Ascott, pero del país: vamos a que nos vean, chavales. Menos Adrián Varela y Amelia González, que se disculparon, el resto hicieron piña con el explorador jefe, señor Currás. Y compartieron con la senadora María Jesús Sáinz tajadas ?de pulpo? y Barrantes con Feijoo, la gaseosa presidencial. Los socialistas se incorporaron más tarde, sin mezclarse, cuando la mesa del grupo de gobierno ya estaba servida: la sombra de Bugallo es tan alargada que, a su lado, Francisco Reyes es un señor calvo de gris que vino a la fiesta. Baqueiro, Mercedes Rosón, Carlos Nieves... Todos se acomodaron en la carpa de Potel, que surtía de tentáculos al comedor: 36 brazos de dieciocho camareros automáticos que saldrían airosos de Pesadilla en la cocina. Momento de tensión: una pitada espontánea. Bugallo dice que no iba con él, sino hacia los de la piña. «A nós ?contaba?, cando saímos, aplaudíronnos». Cada uno cuenta la feria según le ha ido en ella. Y para feria, la de la Ascensión.