Somoza se reencarna en Ortega

La Voz

SANTIAGO

NicARAGUA, EL SEGUNDO PAÍS MÁS POBRE DE AMÉRICA, ACABA DE VIVIR UN PROCESO ELECtoral en el que Daniel ortega resultó reelegido en medio de grandes evidencias de fraude. La oposición se niega reconocer los resultados

11 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

El 19 de julio de 1979 triunfaba en Nicaragua la revolución sandinista. Comenzaba un nuevo período de ilusión tras 43 años de oprobio de la sanguinaria dinastía de los Somoza. Los recelos de los Estados Unidos, justificados por la traumática experiencia cubana, provocaron una guerra civil que aún duró años y en la que Nicaragua ponía los muertos: antiguos miembros de la Guardia Nacional somocista armados y financiados desde el exterior, sandinistas y población civil.

La cabeza visible del nuevo régimen, por decisión colectiva de la dirección del Frente Sandinista, fue el comandante Daniel Ortega, como coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. Paradójicamente, tres décadas después, el revolucionario Daniel Ortega cada vez se parece más al Anastasio Somoza que los sandinistas derrocaron aquel histórico 19 de julio de 1979.

Ortega empezó bien. En 1984 se celebraron las primeras elecciones democráticas y fue elegido presidente como candidato del FSLN. Tres años más tarde la Asamblea Nacional aprobó una nueva Constitución progresista que se convirtió en un referente para los nuevos tiempos que vivía el país. Las siguientes elecciones, celebradas en 1990, las perdió frente a Violeta Barrios de Chamorro, viuda de Pedro Joaquín Chamorro, periodista y político conservador asesinado en 1978 por orden de Somoza.

A partir de ahí fue el eterno candidato a la presidencia por el Frente Sandinista ya convertido en partido. Primero fue derrotado en 1996 por Arnoldo Alemán y en luego en el 2001 por Enrique Bolaños.

No logró recuperar la presidencia hasta el 2006. Ese triunfo por escaso margen y con una muy baja participación electoral el movimiento feminista nicaragüense que lidera Haydeé Castillo se lo atribuye al pacto con la jerarquía católica, a la que le habría ofrecido la penalización del aborto terapéutico.

Su participación como candidato a presidente en las elecciones del pasado mes de noviembre chocaba con las previsiones constitucionales que impiden la reelección de los cargos electos, incluido el presiente. Para solventar este obstáculo, al carecer del respaldo parlamentario para reformar la constitución, ordenó a la Corte Suprema de Justicia que declarase «inaplicable» la prohibición constitucional de la reelección continua, porque choca con el principio de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

La nueva mayoría que dice haber logrado en las elecciones del pasado día 6 sí le permitirá cambiar la Carta Magna y así, siguiendo el ejemplo de su mentor venezolano, Hugo Chávez, perpetuarse en el poder a cualquier precio mientras el cuerpo aguante.

Paradójicamente, desde hace ya bastantes años no solo ha perdido el apoyo de los principales líderes de la Revolución sandinista -entre ellos su hermano Humberto Ortega-, sino que los tiene como sus más firmes opositores. Solo sigue a su lado Tomás Borges.

Por el contrario, el cardenal católico Obando, que hace solo una década calificaba Ortega de «víbora venenosa», ahora es su más firme defensor. El cardenal ha participado activamente en la campaña alabando la gestión de Ortega en homilías de misas retransmitidas en directo por las cadenas de televisión oficialistas.

Por Julio Á. Fariñas