La Edad Media, con otro aire

miguel anxo fernández

SANTIAGO

01 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

«Templario» (Ironclad)

G. B., 2011. Director: Jonathan English. Intérpretes: James Purefoy, Paul Giamatti, Kate Mara. Aventuras. 120 min.

Tan lícito es intentar dar otro aire al cine de género, como romperse la cabeza intentando que un guion sea ante y sobre todo, original. Lo que cuenta Templario quizá lo hayamos visto en media docena de ocasiones en los últimos años (el asalto a un castillo o fortaleza), pero a favor de Jonathan English habrá que reconocer su intención de contarlo de otra manera, aún a sabiendas de su limitado presupuesto. Y lo consigue porque se fulmina con razón el tópico de que las espadas medievales (y en general todo el armamento manual) son de cartón (véanse varias décadas de aventuras y se verá como desde Douglas Fairbanks a Charlton Heston, pasando por Robert Taylor, las manejaban como en la esgrima) y que, cuando cae un espadazo o un hachazo sobre un cuerpo, las consecuencias son brutales.

Servido sin arrimarse al gore y al efectismo gratuito aunque, naturalmente, es su mejor baza para ocultar una evidente precariedad de medios frente a producciones más generosas en dólares. El referente en aventuras medievales resueltas con rigor continúa siendo hasta el momento El reino de los cielos (2005), de Ridley Scott, con la ayuda de su inseparable director artístico Arthur Max, pero English va algo más lejos al mostrar las consecuencias de la violencia e incluso en la recreación de la mugre dominante en los ambientes milicianos del siglo XIII en los que transcurre la trama. El rey Juan se ve obligado a firmar la Carta Magna por la cual cede parte de sus privilegios a la nobleza, pero con el apoyo de Roma comienza un sangriento conflicto contra los señores feudales, que culmina en el sitio y asalto al estratégico castillo de Rochester.

El guion se toma algunas libertades, la más seria mostrar a un pequeño ejército vikingo al que Juan promete el favor papal si lucha a su lado. No es el único reproche a Templario porque buena parte de los personajes aparecen aplanados en exceso, sin matices que les diferencien, salvo detalles contados. La excepción la pone el siempre excelente Paul Giamatti, que si ya resulta una sorpresa verlo ataviado de monarca medieval, da a su rey Juan toda la complejidad de un personaje inseguro, mezquino, obsesionado y cruel, pero al mismo tiempo inspirando la compasión de quien vive agobiado por la soledad de una cruzada destinada a acabar mal. Como así fue.