Fiesta en el aniversario de Andersen

juan José Lage Fernández

SANTIAGO

El 2 de abril, fecha de nacimiento del famoso autor de cuentos danés, se celebra también el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil

30 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Todos los años, para conmemorar el nacimiento del autor danés Hans Christian Andersen (1805?1875) se celebra el 2 de abril el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, fecha que pasa desapercibida para muchos docentes, eclipsada por otras de más enjundia. Ese día, y cada dos años desde 1956, se entrega el Premio Andersen, que es, por así decirlo, el Nobel de la Literatura para niños y jóvenes y que hasta el momento solo ha conseguido un autor español: José María Sánchez?Silva, autor de Marcelino pan y vino.

Estas líneas servirán de sencillo homenaje al padre de la literatura infantil y juvenil estudiando las claves de sus más de 150 cuentos, algunos tan conocidos como La sirenita, El patito feo o El soldadito de plomo.

LAS CLAVES DE SUS CUENTOS

Carácter autobiográfico. Un crítico danés, según refiere Carmen Posadas, dijo que Andersen pintó más retratos de sí mismo que Rembrandt. En muchos de sus cuentos podemos rastrear datos de su vida, siempre bajo el tema del «ser diferente que anhela ser aceptado».

Los cuentos más representativos en este sentido son Tía Dolor de Muelas (que refiere los últimos años de la vida del escritor, cuando perdió todos los dientes) o La pequeña cerillera, que es un homenaje a la dura infancia de su madre.

Dotar de vida a los seres inertes. Es cierto que esta característica ya la tenían los cuentos populares, pero Andersen la lleva a los cuentos literarios, a los relatos creativos de su invención. En esto fue imitado por toda la literatura juvenil, y el ejemplo más claro fue Carlo Collodi, autor de Pinocho. Ejemplos: La aguja de zurcir, Los saltarines, La pastora y el deshollinador, La farola vieja.

Final triste. En buena parte de los cuentos incluso muere el personaje principal o es la muerte la protagonista. Andersen reflejaba las circunstancias de su época y en ella era habitual el sufrimiento de los niños, sobre todo si pertenecían a las clases bajas, como muchos de lo protagonistas. Además, el autor nunca fue feliz, nunca encontró la paz y la felicidad que anhelaba. «¿Tal vez sus personajes son inolvidables por lo que sufrieron?», se pregunta Gustavo Martín Garzo, quien añade: «Ninguna historia realmente interesante puede prescindir de la muerte, como ninguna historia que aspira a conmovernos puede prescindir del amor».

En Historia de una madre se refleja un diálogo entre una madre y la muerte ante un niño que agoniza y En el día postrero se enfrentan la muerte y un creyente.

Fascinación por el progreso. Andersen refleja en algunos de sus cuentos la fascinación que le producían los avances tecnológicos. «Andersen está -dice Bettina Hurlimann- en el centro exacto entre la época del Romanticismo y la de la técnica. La primera le daba profundidad, lo inspiraba y lo enriquecía; la segunda le producía júbilo». La gran serpiente marina, La dríada, La gota de agua, Vaeno y Galeno o Dentro de miles de años.

Los viajes. Conocer mundos le apasionaba. Se puede afirmar que fue uno de los autores que más viajó de su época, y dejó constancia de ello en Viaje por España. «Los viajes fueron mi mejor escuela», dijo. Muchos de sus cuentos tocan el tema y no es de extrañar que las cigüeñas viajeras y experimentadas fueran sus animales favoritos. El sapo, La tetera, La sombra.

Recreaciones populares. Andersen recrea cuentos de la tradición popular. Siente admiración por los hermanos Grimm, a los que visitó en Alemania. En su época el cuento está en su mayoría de edad. baste recordar la cantidad de cuentistas coetáneos: Poe, Hoffmann, Maupassant, Chéjov... También toma historias de Las mil y una noches (en Claus grande y Claus chico) o de El conde Lucanor (El traje nuevo del emperador), que escribió en su viaje a España.

La Naturaleza: como todos los románticos, Andersen tiene la naturaleza como motivo central de sus relatos: «Paisaje, mares y ríos son el telón de fondo de sus cuentos», nos confirma Bettina Hurlimann. No es extraño, en un autor que vive en un país donde la naturaleza agreste forma parte del quehacer cotidiano. Pueden buscarse huellas de este tema en cuentos como Los vecinos, La familia feliz, ¡Es verdad!, Hay diferencias, Sopa de palo de salchicha...

Espíritu religioso. Andersen fue un personaje en cuya autobiografía pueden encontrarse numerosas citas que aluden a este talante religioso del autor. «Me aferraba a Dios con toda la confianza de un hijo para con su padre» «Tenía una fe ciega en que Dios no podía dejarme de su mano», «Hasta las cosas mas ínfimas llevan un hilo invisible que dice que pertenecemos a Dios»... Es obvio que sus cuentos lleven esa marca: La rosa más bella del mundo, Algo, Una hoja del cielo o La muchacha judía.

El humor. Andersen decía que era la sal de sus cuentos. Precisamente ese humor, a modo de fina ironía, «mezcla de burla y sentimentalismo», como dice Graciela Montes, es lo que ha hecho universales y eternos sus cuentos y es el antídoto contra su melancolía y sentimentalismo.

No sexismo. Andersen es hijo de su tiempo, de una sociedad en la que las mujeres no desempeñaban papel alguno. Es cierto, sin embargo, que en algunos de sus cuentos, las protagonistas son niñas que arriesgan su vida para salvar a un niño o que triunfan merced a su talento, como en La reina de las nieves o Bajo el sauce.