La huella que se perdió en Corrubedo

SANTIAGO

Casi trece años. Casi 156 meses. Casi 5.000 días... Es el tiempo que ha pasado desde que se encontró en las dunas el coche de una mujer de la que nunca más se supo

19 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Para la policía, la desaparición de María José Arcos merece el calificativo de «inquietante». Así se denominan aquellos casos en los que subyace un delito, pero que continúan sin resolverse. Sin embargo, quien no esté bregado en el lenguaje policial seguramente tendería a ponerle otros adjetivos distintos al caso de esta mujer, a la que un día se le perdió la pista junto al faro de Corrubedo y de la que nunca más volvió a saberse. Su historia es triste. Resulta desesperante. Precisamente, esas son algunas de las palabras que utiliza una de sus hermanas, Rosa Arcos, cuando se refiere a la pesadilla que vive su familia; un tormento a punto de cumplir ya trece años y sobre el que, desafortunadamente, no parece planear un futuro demasiado alentador.

Rosa, incansable luchadora, empieza a contar con la mente puesta en el 14 de agosto de 1996. Aquel día, María José estuvo con ella y con sus sobrinos en la playa muradana de Esteiro. Dejó el arenal de Abelleira por la tarde, con la intención de irse primero a Santiago y luego a disfrutar de las últimas jornadas de vacaciones al sol, con amigos. Charló animadamente con su hermana; del bañador color salmón que se compró para el tiempo que pretendía pasar en la arena ,y de los quehaceres que le tocaría afrontar cuando se reincorporase al trabajo.

Luego, puso rumbo a Santiago. Al llegar, se fue a la peluquería y volvió a contar los mismos planes a una amiga. Le dijo que se iba de vacaciones, y ya habló de un único amigo. No fue hasta un poco más tarde, por la noche, cuando, tras una larga conversación telefónica, anunció un cambio de planes. Se lo comunicó a su madre: «Díxolle que se se ía ao día seguinte que volvería á noite, que cambiara de plans», recuerda su hermana Rosa Arcos.

La radio puesta

Sobra decir que no, que no volvió. Ni ese día, ni el siguiente, ni ninguno de los casi 5.000 que han pasado desde aquel 15 de agosto de 1996. Lo último que supo la familia de María José Arcos fue que su coche estaba estacionado junto al faro de Corrubedo, sin que ella estuviese dentro ni en él hallasen huellas que permitiesen tirar del hilo.

Precisamente, tal y como recuerda su hermana o como se puede leer en la web www.mariajosearcos.com, que su familia colgó en Internet para dar a conocer la historia, fue el farero de Corrubedo el que alertó a la policía al ver que el coche llevaba allí varios días aparcado. Cuando su familia se hizo cargo de él, descubrió que el asiento del conductor estaba muy lejos del volante, como para que lo utilizase una persona mucho más alta que la propietaria. También se percató de que la radio estaba encendida. Paradójicamente, las fuerzas del orden no habían caído en ninguno de los detalles.

Un caso frío

Hasta ahí los hechos están claros. Lo peor es que, desde entonces, y pese que han pasado trece años preñados de sufrimiento familiar, el caso se ha movido a paso de tortuga... Tan lento que, ahora mismo, aunque policialmente, como no podría ser de otra manera, sigue abierto, se considera frío, es decir, que solo se volvería a investigar si apareciesen nuevas pruebas o se hallase al fin el cuerpo de María José Arcos.

Sin embargo, si así están las cosas sobre el papel, distinto resulta escuchar hablar a la familia. Ahí no hay dudas. Rosa Arcos lo dice con todas las letras: su hermana fue víctima de violencia machista.

Dicen que empezaron a sospechar desde los primeros días: la persona con la que supuestamente se había marchado María José dijo que no sabía nada de ella desde hacía semanas y que, por supuesto, no la había visto. Sin embargo, tal y como explica la familia, «o que lle contou a outras persoas foi distinto». No entienden las mentiras. Y tampoco que la investigación no fuese capaz de relacionar el caso de María José con el de un desaparecido de Pontevedra. Y es que los Arcos están convencidos de que la misma persona está detrás de las dos desapariciones. «Non hai o mesmo móbil pero o modus operandi é calcado. En ningún dos casos se atoparon os corpos».

En los últimos años, y aunque la investigación nunca llegó a acusarle, incluso llegó a ser publicado en los medios de comunicación el nombre de la persona a la que se refiere Rosa Arcos. Sin embargo, no fue la familia la que lo hizo público. «Nós, sinxelamente, preferimos facer como que esa persoa non existe e centrámonos en presionar para que o caso se mova», indica.

Numerosos trámites

Precisamente, fruto de la incasable labor de su familia, el nombre de María José Arcos se ha colado en importantes despachos, como el de Cándido Conde Pumpido, fiscal general del Estado. A su puerta llamaron los familiares de esta mujer compostelana para intentar que la investigación avance. Lo hicieron, como otras muchas cosas, de la mano de numerosas familias que, como los Arcos, viven pendientes de alguien que jamás regresó. Ahora , los esfuerzos están centrados en intentar que un nuevo equipo tome las riendas del caso, con la ilusión de que se remuevan los papeles. Aún así, las esperanzas no son muchas: «Isto é moi frustrante, tremendamente duro», sentencia su hermana.