Ceniceros para playas. Los chicos del campamento juvenil de Brión crearon un centenar de ceniceros que colocaron en dos puntos de la playa de Coira, en Portosín. Los ceniceros fueron confeccionados con material de reciclaje como madera y latas. La actividad forma parte de las tareas que se llevan a cabo en el campamento para ayudar a concienciar a los chavales con el medio ambiente. En el taller participan cinco monitores dirigidos por Ana Vázquez Pais, que imparten actividades para niños de entre 13 y 17 años. Una de estas monitoras y edila de Cultura de Brión, Patricia Vázquez Lamas, señaló que «la creación de los ceniceros sirve para concienciarles sobre el medio ambiente y también para que no fumen». Ayer, sin embargo, le tocaba el turno a los temas de sociedad como aprender a compartir y, «a estar pendiente del otro», según aseguró Patricia Vázquez. Otras de las actividades que realizan son dos rutas de senderismo al Monte Lois, una a pie y otra parte a caballo y en bicicleta. Para finalizar hay programada una sardiñada-churrascada nocturna y una visita a la concentración motera de Noia de mañana.
Resbalones físicos y académicos. Las empedradas calles e iglesias de Santiago son estos días el escenario de algún que otro infortunio y encuentro con el pasado. En la ceremonia de renovación del voto de la ciudad, el párroco de la capilla de San Roque recibió ayer con abrazos y simpatías a los representantes municipales que acudieron al acto solemne. La familiaridad afloró en algún que otro apretón de manos, pero, sobre todo, se hizo relevante en el encuentro con el concejal Ángel Espadas. El sacerdote Jaime López Ramón no presentó al coordinador de la pasada campaña de Gerardo Conde Roa como el responsable del seguimiento del área de Deportes en el grupo popular, sino como un ex alumno del Seminario Menor. El sacerdote y docente bromeó sobre la aplicación estudiantil del político en sus años académicos. «Lo suspendí», dijo entre risas, ante la simpatía de los asistentes. También en el acto de renovación del voto de San Roque se encontraban los resquicios de un resbalón no precisamente académico. Desde el coro de la pequeña capilla compostelana, como cada año, resonaron las voces de los estudiantes de Música en Compostela. Pero la profesora de polifonía, Carmen Cruz, dirigía a sus alumnos de una manera un tanto especial. Sus manos estaban vendadas por un desafortunado tropiezo ocurrido en estos días en las calles de Compostela. En la caída, resultaron heridas ambas manos. Sin embargo, no ha sido un impedimento para que la directora del coro dejase de instruir a sus alumnos, que se mostraban muy preocupados por ayudarle a bajar las escaleras del coro de la iglesia.
Enfadados con el tiempo. Cuando en el extranjero se vende Santiago, uno de los lemas principales es aquél de La ciudad en la que la lluvia es arte. Muchos ya vienen esperándola, a ver si es cierto, pero cuando han podido emitir su propio veredicto, más de uno se enfada si el mal tiempo persiste. Esto les ocurrió ayer a la gran mayoría de los turistas compostelanos, entre ellos a la familia formada por Teresa y Félix Villa y sus hijos Pablo y Raquel, venidos desde Burgos por primera vez a Compostela. Seguro que por la tarde, cuando los nubarrones dejaron sitio a algún que otro rayo de sol, más de uno respiraría aliviado.