Compostelaneando con Chocha Bescansa

SANTIAGO

TRIBUNA | O |

09 dic 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

EN 1958 dos emprendedores santiagueses pioneros de la electrónica, Ricardo Bescansa y Amador Beiras, se asocian con Domingo Carrascal para crear una empresa precursora de la industria más deseada hoy en día por todos los países. Televés se expandió por el mundo y sus antenas, cual símbolos posmodernos, evocan la versión tecnológica de Compostela. La ciudad, como debe ser, se lo reconoció con la concesión de la medalla de oro en un acto lleno de emoción y de compostelanismo. Mi relación con la familia Bescansa de la Gándara es de siempre. Chocha Bescansa, viguesa como otras mujeres importantes en mi vida, se hace compostelana en sus sentimientos y en su acción y aporta su propia e inimitable personalidad. Nuestro vínculo se estrecha en torno a una institución tan necesaria en este mundo cada vez más complejo como es la Cruz Roja, que presidió con energía inagotable y cuya nueva sede consiguió construir, a fuerza de ahínco y eludiendo dificultades, al borde de una vía entonces periférica y hoy convertida en flamante bulevar. Precisamente en el proyecto de transformación y expansión de la ciudad emprendido por el Ayuntamiento de Santiago, con planes y obras de comprometida ejecución y concertación, Chocha Bescansa se convirtió en defensora y transmisora de la renovación urbana. Asistía a los actos y recepciones en representación de su cargo, manifestando su respaldo activo a todo lo que supusiera un paso adelante; algo raro y muy estimable en urbe tan poco proclive por entonces a darlos y a reconocer la dedicación y el entusiasmo de sus ciudadanos. El mejor recuerdo que guardo de ella es su amistad franca y efectiva en las ocasiones en que en todo cargo público se percibe la soledad. Dotada del don de la oportunidad, aparecía en la alcaldía o telefoneaba para animarme cuando a mi alrededor sentía el vacío a causa de medidas difíciles que era necesario tomar. El sábado pasado fui a despedirme de ella y percibí el cariño de sus hijos, Ramón, Ángeles y Pedro, continuadores del afecto de sus padres. Al verla, rodeada de lienzos y flores blancas, con la misma pulcritud de su vida, me sentí confortado por un doble sentimiento de tristeza y satisfacción ante la mujer que, con su original estilo, supo estar al frente, detrás y en medio de una pléyade empresarial e institucional que tanto ha contribuido al desarrollo económico y social de Compostela.