De pequeña

Vanesa López

AL SOL

06 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

De pequeña quería tener una anaconda. Era una proyección de mis deseos más profundos de apretar hasta la asfixia a algunos seres indeseables. Mi situación de baja, torpe, gorda y fea me convirtió en el incondicional objeto de todas las burlas. El corrector de los dientes convertía las comidas en un sorbe de purés que hacía las delicias de mis compañeros para sus chistes. En los recreos me ponía los auriculares y fingía que escuchaba música.

Con aire circunspecto, me sentaba en una esquina desde donde podía ver si alguien iba a acercarse a molestarme, al lado de los profesores que vigilaban el patio para que luego no pudiesen mentir a mis padres diciendo que ellos no veían cómo me golpeaban. Mi sueño era aniquilarlos a todos, a quienes me pegaban y me insultaban y a quienes lo consentían. A la hora de volver a casa me preguntaba por dónde debía ir.

Sabía que fuera del colegio, los niños tenían vía libre para zurrarme, solo tenía que elegir quién quería que fuese cada vez, o me insultase o me desease la muerte. Si hacía buen tiempo, me gustaba y me sigue gustando, bordear el lago y ver cómo bucean los patos cuando les tiro comida. Observo con envidia cómo se sumergen y desaparecen de la vista por unos segundos: yo no pedía más. Cuando iba por allí, la tortura era tirarme la mochila al agua.

Yo metía mis libros, mis libretas, mi agenda, en fin, todo en bolsas de plástico que cerraba muy fuerte para que no se mojasen. Rodeaba la alberca por la izquierda pues ese lado era menos profundo y podía recuperar mis cosas con menos esfuerzos. ¡Hala! ¡Ya se te cayó otra vez la mochila al agua, pero mira que eres torpe! me gritaban entre risas.

Yo me descalzaba, metía los pies en el reflejo dorado del sol y me imaginaba que era una garza pescando su comida. Esos eran los días buenos; los malos no quiero recordarlos.

Vanesa López. Economista. 46 años. A coruña.