Su sensualidad arrolladora la conquistó: la armonía de su rostro, el cabello rizado, la proporción de su cuerpo. Esta vez Cupido la había herido de muerte. Cada vez que lo contemplaba, su corazón cabalgaba desbocado y su alma se incendiaba hasta el infinito. Sus sueños la envolvían de belleza y erotismo.
Ya no bastaba con rodearse de objetos hermosos y mágicos que había ido coleccionando a lo largo del tiempo. Nada calmaba su sed ni llenaba su espíritu. Nefertiti se había vuelto melancólica y añoraba el Valle del Nilo, Venus ansiaba regresar a las aguas de las que había salido y Aquiles no conseguía curar sus heridas.
Decidió ir a su encuentro: se acercó, apoyó la cabeza en su hombro, lo rodeó con sus brazos y sintió que le pertenecía. Por un instante, incluso, llegó a olvidar que era de mármol.
Almudena Gracia Castro. Profesora. 58 años. A Coruña