Wasapeando divinamente

Ángel Julio Barbadillo Marán

CULTURA

17 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Estaba yo tranquilamente tumbado en el sofá del salón de mi casa, meditando cómo aplastar una mosca que se acababa de posar en el techo cuando de repente sonó una musiquita. Era un sonido nuevo que jamás había oído y salía de mi móvil. Además, este se iluminó con una luz azul blanca, no blanquiazul, como si fuese del Dépor, sino azul blanca. Cogí el móvil y vi que tenía un mensaje de WhatsApp. Pulsé para verlo y correspondía al número infinito, el ocho tumbado con la cabeza abierta. El mensaje decía: «Hola hijo». Quise ver más datos. En la foto había un triángulo con un ojo en el interior y en estado aparecía «Divino» con iconos de estrellas brillantes, angelitos y nebulosas de intensos colores. Nunca los había visto, pues no están en mi aplicación.

Impresionado, iba a responder: «¿Eres Dios?», cuando apareció instantáneamente escrito en mi zona de respuesta lo que yo estaba pensando: «¿Eres Dios?». Al momento, sin que se viese escribiendo, surgió su respuesta: «Me puedes llamar así, o Padre, Abba, o lo que salga de tu corazón». La frase iba con un icono sonrisa, como los que tengo en mi móvil.

Desconcertado, le iba a preguntar: «¿Qué quieres?». Antes de teclear, ya apareció escrita en el lugar correspondiente. Y no pasó ni un segundo en mostrarse su respuesta: «No te asustes. No hace falta que teclees, pues tienes los dedos muy grandes y las teclas son muy pequeñas y tardas mucho y te equivocas siempre. Es más rápido el tecleo telepático». Y añadía: «Solo quería wasapear un poco, para que sepas que puedo comunicarme con cualquiera y por cualquier medio. Nada más. Chao». Iba yo a contestar y aparece mi respuesta «¿Chao?!!!». A continuación, la suya: «Sí. Chao. ¿Por qué te asombras? Si mi Hijo habló en arameo, -jurar no, eso lo hicieron los apóstoles y toda Galilea junta-, pues yo también me puedo expresar en la jerga wasapera. Ahora te tengo que dejar, que hay millones de seres en todo el Universo que quieren hablar conmigo y no van a quedar defraudados». Aparecieron unos iconos de angelitos moviéndose y unas lucecitas que hicieron ¡plof! y desapareció toda la conversación de la pantalla, sin que pudiese guardarla ni incluir el móvil en mis contactos, porque no quedó ni rastro de la llamada.

Al final se me quitaron las ganas de matar a la mosca. Se lo iba a contar a alguien: por teléfono, WhatsApp, correo, directamente, también puedo hablar directamente con las personas, pero pensé que nadie lo iba a creer, así que decidí no hacerlo y nunca os enteraréis de esta asombrosa experiencia que supera los límites de la ciencia.

Ángel Julio Barbadillo Marán. 64 años. A Coruña. Jubilado.