Las dos vecinas

Francisco Blanco Rodríguez

CULTURA

Francisco Blanco Rodríguez. 75 años. A Coruña. Jubilado

17 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

-Eres como el jorobado de Notre Dame. ¿No te da vergüenza?

Así le decía la N a la Ñ, burlándose despiadadamente de ella. Porque se creía superior. Y le plantaba en pleno rostro:

-Si me diera por caerme te aplastaría la chepita y te enterraría en la miseria.

-¡Vaya mandril que tengo de vecina…! ¡Puerca envidia que me tienes porque quisieras formar parte de la palabra ESPAÑA! Y como no puedes, te corroe el rencor, que si fuera tiña… apestada estaría.

-¡Mira quién fue hablar…! Si estás eliminada del alfabeto universal… eres tan poquita cosa que te van a borrar del alfabeto nacional. Y fíjate bien, ni señales hay de ti en el alfabeto gallego. Todos te aborrecen. Es más, te ignoran, que es el peor de los desprecios.

-Eres una analfabeta pueblerina. Nunca me eliminarán del idioma de Cervantes porque sin mí no habría manera de entenderse. A ver, lista… ¿qué sería de tantas y tantas palabras si yo fuera eliminada? ¿Me lo puedes explicar? Dejarían de usarse y no habría manera de entenderse.

-No habría problema alguno; yo ocuparía perfectamente tu lugar… sin apearme de mi pedestal.

-No me hagas reír… Si a la palabra coño le suprimes la chepita que pregonas, ¿cómo lo llamarías tú, lista? ¿cono…? ¿No ves que no sirves ni para decir un taco? Todos te repudiarían empezando por los señores del taco y terminando por los de la Lengua. Con lo bien que suena: que se sienten… ¡coño! Y no: que se sienten… ¡cono! Esto es insípido, no tiene sentido, no tiene fuerza, no tiene garra… Y te voy a poner otros ejemplos: ¡Me tienes hasta el moño! ¿Verdad que suena recio, rotundo, categórico? Sin embargo, ¡me tienes hasta el mono! ¿El mono que llevo puesto, el mono de la selva? ¿A cuál de los dos te refieres? Alguno sobra o sobran los dos.

Otro: ¡Yo soy español, español, español…! Esto arranca vítores, aplausos, emoción, pasión, bravura…

Y fíjate en: ¡Yo soy espanol, espanol, espanol…! No dice nada, quizás que eres un es-PANOLI.

Y ante tamañas aseveraciones a la engreída N no le quedó más salida que avergonzarse de su estúpida jactancia y pedirle perdón a la denostada Ñ.

-Discúlpame, querida vecina, tienes toda la razón del mundo. Me equivoqué contigo… Te había minusvalorado. Y tienes mucha valía. Siempre estarás ahí para gloria del idioma.

Y así fue cómo se dieron el abrazo de la paz las dos letras de nuestro ABECEDARIO.