«Se subieron dos al taxi, uno me trincó el cuello y me asfixiaba. El otro me pegó»

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

POIO

Ramón Leiro

Un taxista de Poio que vive en Vilanova cuenta el atraco que sufrió de noche junto a la rotonda del Bricoking

07 jun 2018 . Actualizado a las 08:16 h.

A Manuel Sobral Casás, natural de Poio pero vecino de Vilanova de Arousa, le nacieron los dientes en un taxi. Su padre fue uno de los fundadores de la parada de A Barca, la misma en la que él se gana el pan desde hace casi treinta años. Con su currículo al volante, se supone que ya debió ver de todo y verse en muchas situaciones de riesgo. Sin embargo, dice que nunca vio peligrar su vida como en la madrugada de ayer. Cuenta el atraco que sufrió con voz temblorosa, vuelve a esos minutos tremebundos una y otra vez con una clara intención: «Quiero que se sepa mi historia, que se haga viral incluso, para que no vuelva a pasarle a nadie. Esto fue grave y pudo serlo más...».

Manuel entró a trabajar a medianoche. Los taxistas de Poio hacen guardias nocturnas y esa madrugada le tocaba a él darle al volante. Una chica llamó pidiendo un taxi para O Vao, para la rotonda que está junto al Bricoking. Hasta ahí, no había nada de raro en la solicitud, ya que es habitual que los taxistas vayan a esa zona. Manuel llegó y se topó con dos chavales que, según sus cálculos, tendrán unos veinte y pico años. Los describe como fortachones. Dice que lo único que le llamó la atención es que, con la noche que estaba, iban algo ligeros de ropa. Por lo demás, él creyó que sería una carrera normal y corriente. Pero se equivocaba: «Se subieron dos al taxi, uno me trincó el cuello y me asfixiaba. El otro me pegó», resume él, para luego ir desgranando paso a paso lo ocurrido en el atraco.

Dice que uno se sentó justo detrás de él. Y el otro delante, a su lado. Le pidieron que arrimara el coche a la orilla y que esperase, que supuestamente iba a venir otro amigo de ellos. Manuel aprovechó para preguntarles a qué sitio se dirigían. «Entonces ya fue fulminante. El de atrás me echó la mano al cuello, como si me fuese a asfixiar. Yo creí que solo era con el brazo pero debía de tener un cable o algo, porque me hacía mucho daño. Mientras tanto, el otro me pegó un primer puñetazo que ya me dejó el labio fatal». Le apagaron el coche, que hasta entonces estaba encendido, y él creyó que le habían quitado las llaves. Le cayó otro puñetazo mientras le pedían dinero y le revolvían el coche. Manuel sacó 50 euros del bolsillo y le dijeron que querían más. Mientras, otro golpe más. El taxista reconoce que se sintió desfallecer: «Padezco de ansiedad y el corazón se me salía del sitio. Tenía miedo de que me diese un infarto o de que me sacasen un pincho y todo terminase... con esta gente nunca sabes lo que puede pasar».

Bocinazos a la desesperada

Mientras todo aquello ocurría, Manuel hizo un intento por defenderse. Empezó a tocar la bocina a la desesperada. Pero nadie llegó a parar en ese momento. Así que los dos atracadores siguieron revolviendo el coche. Toparon un monedero y cogieron unos treinta euros. Luego, pusieron pies en polvorosa.

Dice Manuel que él se quedó noqueado. Se bajó del coche, sangrando por la nariz, y trató de pedir auxilio. Se lo ofreció un chaval que pasaba por la zona, que le ayudó a recomponerse y llamar a la policía. Hasta allí fue una patrulla de la Policía Local de Pontevedra. Asimismo, casualmente, en ese momento pasaba por allí un coche de atestados de la Guardia Civil, que también acabó parando. A Manuel le llevaron el taxi hasta la comandancia para tomarle huellas. Él, mientras tanto, se subió a una ambulancia. Lo llevaron al PAC de A Parda, donde le curaron las heridas. Pena que las otras secuelas no se las pudiesen arrancar. Porque ayer estaba con ansiolíticos y con el miedo en el cuerpo.

Tocó el claxon mientras le apretaban el cuello, pero ningún conductor paró

Le revolvieron todo el coche y se llevaron 50 euros en un billete y

30 en monedas