«Hay muchas chicas que no se atreven a contar en casa que sufrieron abuso»

PONTEVEDRA

Impactado con la historia de Lavinia, la joven que huyó tras ser violada por su primer novio, el psicólogo Roberto Antón habla de la relación con los hijos y de cómo generar confianza
03 may 2023 . Actualizado a las 19:05 h.El psicólogo pontevedrés Roberto Antón, presidente de la Asociación de Terapia Familiar de Galicia y autor del libro Adolescentes 2.0 tiene callo escuchando historias duras de jóvenes. Pero nunca deja de sorprenderse ante una nueva. Reflexiona sobre el caso de Lavinia, una joven rumana que, a los 18 años, se vino a España siguiendo a su primer novio, que había abusado de ella, porque no fue capaz de contarles a sus padres lo que le estaba pasando y se sentía avergonzada y hasta culpable. Antón dice que es bastante habitual que esa situación ocurra: «Creo que todavía hay muchas chicas que no se atreven a contar en casa que sufrieron abuso, el primer recurso siempre suele ser una amiga... Es difícil de contar, sobre todo cuando aparece sentimiento de culpa. ¿Por qué fui con él, por qué bebí? Esas preguntas son demoledoras y se siguen haciendo».
Antón va al principio. Dice que la pregunta del millón es cómo hacer para que un hijo o una hija sienta la confianza suficiente como contar con sus padres ante una experiencia vital tan traumática como un abuso sexual. «No hay fórmulas mágicas. Yo creo que hay que abonar la relación desde pequeños, tratar de regarla día a día como si fuese una planta. A veces, al llegar a la adolescencia, surgen problemas y cada vez que estamos con nuestros hijos solamente hablamos de esos problemas, bien sean los estudios, el coqueteo con las drogas... a veces es más efectivo no estar todo el rato hablando de lo mismo, preguntar también por cosas que vayan bien, para que se vaya generando esa confianza», dice. También recomienda hablar abiertamente con ellos de este tipo de situaciones y dejarles claro que ante algo así no tendría represalias ni se les cuestionaría, sino que se trataría de ayudarles.
El papel de los progenitores
En el caso de Lavinia, que ahora vive entre Rumanía y Pontevedra, el hecho de no atreverse a contar a su familia lo que estaba sucediendo provocó algo con consecuencias durísimas para ella. Se vino a España detrás del joven que había abusado de ella, pensando que nadie más la querría, y sus padres dejaron de hablarle durante un año, sumiéndose en una soledad tremenda y dependiendo cada vez más emocionalmente de esa persona que había abusado de ella.
El psicólogo analiza esta situación y señala lo siguiente: «Hablo en general, no puedo juzgar casos concretos. Pero dejar de hablar a los hijos, aunque sea después de que hagan algo que los pone en peligro o que nos parece que es una cafrada, nunca lleva a nada. No recomiendo romper el vínculo con los hijos nunca, mucho menos para darles un escarmiento. Hay que pensar en que se les va a privar de su principal refugio, que son sus padres». Indica que, ante cualquier situación de conflicto familiar, lo más adecuado suele ser no tratar el problema en caliente: «Solemos decir salvajadas cuando estamos enfadados. Cuidamos mucho más lo que le decimos a un amigo que lo que le decimos a los hijos. Así que es mejor coger aire, reflexionar y esperar a estar calmados para hablar las cosas. El ímpetu es querer arreglar todo al momento, pero no se puede».
Si la relación llega a romperse o deriva en consecuencias graves, como que el hijo se marche de casa o permanezca voluntariamente con una persona que le está haciendo daño, Antón recomienda tratar poco a poco de reconducir el vínculo paternofilial: «Si se fue de casa y llamamos para hablarle todo el rato del motivo por el que se marchó y no dejamos de insistir... es muy probable que acabemos enfadados otra vez. Quizás funcione mejor interesarse por cómo está, preguntar cómo se siente y mostrar empatía. Asimismo, darle a entender que hay herramientas para ayudarle, que no está solo».
Dice que en la consulta ve muchos casos en los que, ante un conflicto familiar, el adolescente cada vez se aísla más, hasta que deja de comunicarse con los suyos. Y esto, insiste, «es lo que debemos tratar de evitar».