Otra lección de nuestros mayores

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

Abanca, Banco Santander y BBVA son las primeras entidades de su sector en reaccionar a la presión social para recuperar la atención personalizada en las sucursales

21 feb 2022 . Actualizado a las 09:22 h.

Se cumplen por estas fechas cuatro años desde que cientos de miles de pensionistas se echaron a las calles en numerosas ciudades del país, entre ellas Pontevedra. Protestaron durante días y días contra la pírrica subida del 0,25% de las pensiones por parte del Gobierno de la nación que entonces presidía, precisamente, el pontevedrés Mariano Rajoy.

Aquel tsunami social de indignación protagonizado por nuestros mayores fue fundamental para conseguir que se haya derogado el índice de revalorización que había implantado el Partido Popular y, en cambio, se haya establecido la subida de las pensiones vinculada al Índice de Precios al Consumo (IPC) como en la actualidad.

El PP pagó aquel error en las urnas; en los comicios generales celebrados en abril como en los repetidos en noviembre de 2019. Minusvaloró que cerca de 10 millones de pensionistas en todo el Estado (alrededor de 700.000 en Galicia), son una poderosísima corriente de voto que puede destrozar cualquier previsión electoral. Los jubilados se lo habían avisado al PP en uno de los slogans que más coreaban: «Quien toca las pensiones, lo paga en las elecciones».

El actual Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos intenta cumplir con la revalorización vinculada al incremento del coste de la vida aprobando una subida del 2,5% en las pensiones contributivas y de un 3% de las no contributivas para 2022. Estuvo mejor que el euro de Rajoy pero sigue estando lejos de la realidad.

El aumento de los precios ha sido mucho mayor. Sólo en Galicia acabamos 2021 con una inflación del 6,7%. Y, además, el Gobierno aumentó la exacción por IRPF, menguando la subida real de las pensiones.

Nervio reivindicativo

Hace cuatro años, nuestros mayores salieron a las calles reclamando pensiones dignas y nos dieron a todos, una lección de pundonor. Recuerdo movilizaciones como la que reunió en marzo de 2018 a miles de pensionistas de Pontevedra y comarca que se dieron cita en torno a la Fuente de los Héroes de Ponte Sampaio (todo un simbolismo).

Fue ese movimiento de nuestros mayores el que nos refrescó la memoria de un nervio reivindicativo que parece adormecido en sociedades como la pontevedresa que está narcotizada desde hace lustros.

Paradojas de la vida, los jubilados achacaban al presidente Rajoy que no hiciera una defensa tan celosa de las pensiones como la que su Gobierno prestó a las entidades bancarias en apuros que fueron rescatadas con miles de millones de euros de los contribuyentes. Entre ellas NovaGalicia Banco, rescatada con 9.857 millones del erario público. La entidad, que era el resultante final de la fusión de las cajas del norte y sur, se anunció como un gran hito económico y resultó ser una de las operaciones más ruinosas en la historia financiera de Galicia. Después, fue vendida por apenas 1.000 millones a Juan Carlos Escotet y nació Abanca.

Cuatro años después de aquellas movilizaciones por unas pensiones dignas, jubilados y bancos han colisionado a consecuencia de las prácticas reduccionistas de las entidades que buscan rebajar costes y aumentar beneficios a base de cerrar sucursales, adelgazar plantillas, recortar horarios de atención al público y obligarnos a utilizar la banca digital. Incurrieron en un intolerable descuido que ha herido el orgullo de nuestros mayores.

Se olvidaron de muchas personas que, con su trabajo y sus ahorros, han posibilitado el crecimiento de esas entidades financieras. Son miles de personas de 70, 80 y 90 años, mayoritariamente analfabetos digitales. No entienden de aplicaciones. Necesitan llevar y actualizar su cartilla, requieren una atención presencial, quieren ver y hablar con otro ser humano. No pueden ser castigados a hacer cola a la intemperie, esperando turno en la puerta de la sucursal porque entre la pandemia y los recortes, la atención personal es cada vez más escasa. Y en caso de que tuvieran capacidades telemáticas, quienes residen en el rural, padecen, además, la brecha digital.

Soy mayor, no idiota

Asistimos, de modo pasivo, a esta exclusión bancaria que volvía a penalizar a las personas de más edad, cuando saltó la campaña «Soy mayor, no idiota», que abanderó el médico jubilado valenciano Carlos Sanjuán quien en tiempo record consiguió la adhesión de 600.000 personas que firmaron para que los bancos brinden una atención más humana. El eco adquirido por la campaña, con el apoyo de la ministra Calviño y el presidente del Banco de España, funcionó como una colleja.

Abanca, líder del sector en Galicia, presta desde el jueves, atención personalizada a los mayores de 65 años en sus oficinas hasta las dos de la tarde. Santander y BBVA ampliarán sus horarios de caja, a partir de esta próxima semana. Cabe imaginar que el resto de la banca terminará aviniéndose con medidas similares. Pero urge saber si la corrección continuará dando lugar también a la reapertura de oficinas que han sido cerradas en los últimos meses. Sólo en la provincia de Pontevedra, Abanca ha protagonizado un vaciado que ha privado de sucursales a miles de ciudadanos en núcleos como Campo Lameiro, Seixo, Carballedo, Portas, Soutelo de Montes, Campelo, Carril y Vilaxoán. ¿O tendrán que manifestarse, de nuevo, nuestros mayores?