Un babel en la basura marina de la ría

Marcos Gago Otero
marcos gago PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

MARCOS GAGO

Viene bien ser políglota para descifrar el origen de los residuos en la costa

27 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo un tiempo en que el paseo por la playa, al son de las olas, era para recoger conchas de todo tipo y color. Al menos eso pasaba en la infancia del que suscribe, y no hace tanto tiempo. Sin embargo, hoy en día los paseos a la orilla del mar también pueden tener otra deriva, no tan idílica pero igual de realista. La basura se amontona en las playas cada vez que hay temporal y, desde hace años, también lo hace en una versión que podríamos denominar políglota. Se podría hacer una clase de geografía con solo fijarse en los alfabetos, idiomas y mensajes de los distintos envases que acaban en la ría de Pontevedra.

Escojamos una playa, por ejemplo, Major, en Sanxenxo. Arena fina, dunas, una visión magnífica con Ons y Onza al fondo, y también basura de todos los colores, formas y tamaños. Hay días tras el mar de fondo en los que parece que hay más variedad de residuos en la arena de las playas en días de temporal que conchas en una mañana de marea baja en verano.

Si tienen dudas, hagan la prueba. El dispositivo, esa gran autopista del tráfico marítimo internacional que pasa a 21,4 millas de la fachada marítima de Galicia, puede tener bastante que ver. Centenares de barcos de multitud de pabellones navegan al oeste de las Rías Baixas. No los vemos, pero si se lanza algo desde la cubierta, sea una botella, sea un plástico, es fácil que acabe en las playas pontevedresas.

Quizás esto explique por qué en los arenales aparecen cosas que no se ven ni en los supermercados, ni en las tiendas. Algunos envases tienen todo el aspecto de provenir de China o Taiwán. Su caligrafía parece inconfundible y en el caso de la botella con caracteres chinos que ilustra este reportaje no hubo ninguna duda. Un vendedor de una tienda china la reconoció en seguida. «Té rojo, muy rico», indicó la dependienta. No es el único producto «made in China» que apareció por la arena, dicho sea de paso.

Sector alimenticio

Parece que los plásticos y envases relacionados con la comida se llevan la palma a la hora de definir la basura de mayor tamaño. Un paseo de media hora por Major y uno se encuentra con un bote de colirio en varios idiomas. Asumo que es italiano porque es el primer idioma de larga lista impreso en su exterior. A poca distancia una tapa de yogur turco, y no muy lejos un envase de leche en polaco.

Un taburete de madera, con unas palabras identificativas del barco y del propietario del asiento quedó colocado entre las rocas, como si estuviese esperando a que alguien se sentase. Se puede leer «Simoa», así entrecomillado, junto a tres fechas de hace cinco y cuatro años. El mar a veces puede traer cosas muy raras, como una oxidadísima botella de acetileno de soldadura. En términos de basura mucho más pequeña, frecuente y dañina, cientos, ¿miles quizás?, de bastoncillos de los oídos. Puede parecer increíble, pero es uno de los residuos más habituales en los arenales pontevedreses, Parque Nacional incluido, y uno de los productos de más difícil deterioro, por lo que su impacto dura mucho en el ecosistema. Y ya para rematar, todo tipo de trocitos pequeños de plásticos. Una plaga difícil de retirar de la arena, quizás imposible, que afea una de los playas más bonitas de la ría de Pontevedra.