Patrulla noctuna en un cementerio de Sanxenxo para atrapar al macho cabrío que comía las flores
PONTEVEDRA
El animal, fugado de Vilalonga, visitaba de noche el camposanto de Noalla para darse un atracón con claveles
29 ene 2020 . Actualizado a las 13:54 h.De color negro como la noche, con unos cuernos que mejor no meterse con él y con un aspecto que daría miedo a cualquier supersticioso en luna llena, un macho cabrío alteró durante un mes las noches de enero, por otro lado bastante tranquilas, en la parroquia sanxenxina de Noalla. Y es que ese animal se dedicaba a entrar en el camposanto y darse un banquete con las flores de los panteones, según indican los vecinos. Como no es el cementerio un lugar propicio para pasar la noche, los vecinos aún tardaron un tiempo en averiguar qué estaba pasando.
Todo comenzó a principios de este año. A más de uno de los afectados les llamaba la atención que cuando iban al cementerio, las flores no estaban y que por el pavimento se veían excrementos que, a todos los indicios, no podían ser precisamente de ratones.
A Lanzada, uno de los lugares más mágicos de la tradición cultural gallega, está a escasos kilómetros, pero estaba claro que la Santa Compaña no deja ese tipo de rastros ni tampoco tiene la floristería entre sus competencias, así que todo parecía indicar que se trataba de un animal. Otra cosa era saber cuál y qué hacía allí.
Roberto Garrido, vecino de Noalla, explicó que sospechaban que se trataba de un macho cabrío que se había escapado de su cobertizo en la cercana Vilalonga. Curiosamente esta es la parroquia donde en el entroido tiene como eje central el Enterro da Cabuxa.
La sospecha se hizo carne cuando una noche localizaron al animal in fraganti, pero se les escapó. Hay quien dice por Noalla que alguna persona mayor hizo guardia y que se llevó el susto de su vida cuando vio al bicho paseando tan tranquilo entre las tumbas. Fuese como fuese el hallazgo, lo cierto es que un grupo de vecinos decidió tomar cartas en el asunto.
¿Cómo atrapar un macho cabrío nocturno con gustos culinarios tan exquisitos? Porque no se vayan a pensar que el animal entraba en el recinto a cualquier hora. No. Según manifestó Garrido, este castrón tenía un horario más o menos marcado para visitar los panteones de Noalla. Hacía su entrada triunfal en el recinto funerario entre las doce y media de la medianoche y la una de la madrugada. No se andaba con contemplaciones, aunque eso sí, al parecer, le gustaban preferentemente los claveles. «Fixo algúns destrozos e tirou tarros polo chan», añadió el dirigente comunero.
«Fixemos batidas», apuntó Garrido. Un grupo de unas ocho o nueve personas se fueron turnando, a modo de patrulla vecinal, hacia la medianoche en varias ocasiones para intentar capturar al escurridizo animal. No lo lograron, porque el castrón, acostumbrado a la buena vida del monte, no quería dejarse coger. Se les escapó pese a varios intentos.
Un plan trazado
El sábado pasado, el operativo se organizó con una mayor planificación con el objetivo de cerrar tan inusual caso sí o sí. El dueño del castrón hizo todo lo que estuvo en su mano porque el hombre estaba preocupado. «O dono pasouno mal porque tiña medo de que fora á vía rápida e provocara un accidente», sostuvo Garrido.
La patrulla vecinal acudió al cementerio como acostumbraba un poco antes de la medianoche. Dejaron todas las puertas del camposanto abiertas para que el animal entrase sin problemas. El dueño del bicho trajo una camioneta, que colocó en el acceso principal, con una cabra en su interior, a modo de cebo, para atraer al fugado. A lado de las puertas se pusieron vallas. Y tocó esperar. Esa noche, se hizo de rogar.
«Pasaron as dúas, as dúas e media e as tres e media e seguía sen aparecer», relató el vecino. Parecía que la espera era en vano cuando a las 3.45 horas el bicho hizo su entrada en el recinto funerario. Entonces cerraron con las vallas las puertas y todos los posibles puntos de fuga y estrecharon el círculo en torno del animal. «Meteuse nun calexón sen saída, collérono e metérono no coche que estaba fóra». Así concluyó la odisea del macho cabrío del cementerio de Noalla y el animal regresó a su finca de Vilalonga. Desde entonces, ya nadie turba de noche el reposo de los muertos, ni sus flores.