Paz y gloria en un entorno que no olvida el calvario que vivió

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

Hay alguna queja por el descuido de los jardines y se reclama cartelería que informe sobre los restos arqueológicos

24 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El Campillo de Santa María tenía mucha necesidad de descansar. Tanta que, nueve años después de que el botellón dijese al fin adiós a este entorno, los vecinos siguen recordando la lucha que libraron contra él e indicando que lo mejor de la zona es «la tranquilidad y la paz» que trajo aquella histórica ordenanza antibotellón. Lo dice la presidenta de la asociación vecinal, Pilar Señoráns, que señala que «fue como volver a empezar, la vida aquí no tiene nada que ver con lo que era antes». Y lo confirma a pie de calle cualquier vecino al que se le pregunte por el barrio.

El recorrido empieza en la calle Campiño de Santa María, junto al taller de carpintería de Rafael Omil, que lleva abierto en el lugar desde 1958. Al preguntarle a este hombre cómo ve su calle, los recuerdos afloran. «Temos algunha queixa, porque por exemplo os xardíns non están ben coidados, os regos nos funcionan. Pero claro, a valoración conxunta da zona é moi boa, porque o que vivimos antes e que temos agora non ten nada que ver. Primeiro tivemos o problema dos toxicómanos, con isto cheo de xeringas por todas partes. Daquela non entraba ninguén aquí, no taller os encargos que tiñamos iámolos levar nós, aquí non os viña buscar ninguén. E despois desa etapa chegou o problema do botellón, e o duro que foi pelexar con el. E agora levamos anos de tranquilidade, e agradécense moito», cuenta Rafael. Luego señala a un bar que funciona en la calle e indica: «Abriu ese negocio e estamos contentos, porque é perfectamente compatible co noso descanso».

Rafael habla una y otra vez de lo tranquila que es la zona Y lo mismo opina un veterinario que tiene ahí su consulta e incluso unos chavales que están estudiando sentados en la piedra. «Venimos aquí porque está genial para estudiar al aire libre, no hay ningún ruido, casi no parece que estés en la ciudad», dice uno de ellos sobre la zona que otrora pasó por ser la más ruidosa de la urbe. A media mañana, solamente estos dos jóvenes, Rafael y algún que otro vecino que pasea el perro pueblan la calle Campiño de Santa María. Hay algún movimiento más por las colindantes. En San Martiño aparece en escena María Jesús, una vecina que lleva 62 años residiendo ahí. Reconoce también ella que el fin del botellón les cambió la vida, pero prefiere viajar con la mente aún más atrás: «A mí me gustaba este barrio cuando yo era niña. Aquí había un mundo de chavales y estábamos todo el día en la calle correteando... ¡Cuánta vida tenía esto entonces!», exclama.

En el entorno del Campillo están dando sus últimos coletazos las obras de las calles Tristán de Montenegro, Eirado de Albar Páez y Pratería Vella. Lucen ya con piedra renovada. Cada mejora pone un granito de arena más a la remodelación integral acabada en el 2011; esa que puso a la vista los vestigios de la muralla y la torre de los Montenegro. Los residentes reclaman cartelería que informe a los visitantes sobre los restos que salieron a la luz.