El hombre que cruzó cuarenta veces el Atlántico

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso O GROVE / LA VOZ

PONTEVEDRA

En velero ha navegado tantas millas como el equivalente a dar la vuelta al mundo ocho veces

09 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Javier Babé es de tierra adentro. De una ciudad sin mar cuyo nombre no le gusta decir. Pero desde bien pequeño veraneó en las playas de Asturias y allí «me envicié con la salitre», bromea. El vicio fue grande porque ha marcado toda su vida y, por ahora, no se plantea dejarlo. «Mientras el cuerpo aguante no se me pasa por la cabeza dejar de hacer lo que hago», explica en una terraza del muelle de O Grove. Allí está atracado su barco, La Peregrina. Solo con él ha cruzado 34 veces el Atlántico. Pero hay más. Fue capitán en la primera expedición española que navegó hasta la Antártida y ha acumulado millas que equivalen a dar ocho veces la vuelta al mundo. Porque la salitre sigue siendo su vicio. Y en breve, cuando se cure de la rodilla que lo mantiene anclado a tierra, volverá a partir.

Dejarlo todo para dedicarse a navegar es un sueño que muchos tienen. Pero solo unos pocos se atreven a cumplirlo. Javier es de esos. De los que dan el paso y dejan su puesto de capitán de la Marina Mercante para comprarse un velero. De eso hace ya 41 años. Con su primer barco se lanzó a recorrer el Atlántico. De punta a punta. «De aquella había poca gente que hiciera esto. Salimos de Coruña y fue bastante conocido», explica. Corría el año 78. Cinco años después estaba inmerso en otra aventura, esta vez, con la Antártida como destino. «España no era miembro consultivo del tratado de la Antártida y no tenía opción a voto. Para eso hacía falta una expedición», relata. Prácticamente sin ayudas oficiales, con una logística muy complicada y con grandes limitaciones económicas se montó aquella expedición, que partió a bordo del Idus de Marzo. «Aquello fue una quijotada, por el dramatismo que supone ir a la Antártida en un velero. Y el interés principal era que los españoles conocieran la Antártida», explica.

Puertos irrenunciables

Desde entonces no ha parado de navegar. «Me considero navegante oceánico», afirma. Tiene tres puertos irrenunciables y entre los tres vive. El primero es Isla Culebra, en Puerto Rico, «es nuestra base de invierno», explica. El segundo es para el verano, «Isla das Flores en las Azores», añade. Y el tercero es O Grove, donde está esta temporada. «Galicia es irrenunciable para nosotros», asegura. Con su actual barco, La Peregrina, ha cruzado 34 veces el océano. «Mi gran disfrute es la travesía oceánica, que es donde desconectas de los problemas del mundo, con sus tiempos buenos y los malos», relata. En muchas ocasiones le ha acompañado su familia. «Mi hijo pequeño vivió en el barco casi hasta los catorce años y tiene cierta tendencia a la mar», afirma. Haciendo balance, «esta vida tiene grandes compensaciones a nivel personal, pero también renuncias a otras muchas cosas». Él no se arrepiente. Ha recorrido toda Centroamérica, Brasil, Argentina y hasta Canadá. «Hemos hecho buceo en lugares maravillosos y bastantes trabajos de observación de cetáceos y estudios sobre la vida marina».

A donde no ha regresado fue a Venezuela. Allí fueron atacados por unos piratas «que dejaron el barco limpio de todo lo que tenía valor, pero salvamos el pellejo. En un país con setenta muertos diarios piensas que no te vas a librar», relata. Huye siempre de las marinas deportivas más concurridas y busca los puertos pesqueros «más auténticos». «Lo que más nos llena es el contacto con la población local», afirma.

Toda la distancia que ha recorrido en barco sería suficiente para dar ocho veces la vuelta al mundo. Aunque no es fácil vivir de la vela él lo ha conseguido. «Ahora solo hago cosas que me gustan», afirma. Acaba de llegar hace ocho días de las Azores y ya está pensando en su siguiente aventura. Quiere preparar un documental sobre el navegante Pedro Sarmiento de Gamboa, que lo llevará a Cabo Verde, Brasil, Tierra de Fuego y Perú. «Su vida es un ejemplo de que la realidad supera la ficción», explica. La suya, tampoco está mal.

Capitán de la Marina Mercante, dejó su trabajo para navegar a vela, «un vicio que crea adicción», explica. En el año 78 cruzó por primera vez el Atlántico.

Construyó el «Idus de Marzo», una goleta con la que participó en la primera expedición española que navegó hasta la Antártida en el año 82 y colaboró en numerosos estudios sobre la vida marina