Confiesa que no ha sentido nervios antes de la partida. «Los puertos son bastante seguros, y el buque allá donde va es un embajador de España y suele ser muy bien recibido. La única pega es estar un tiempo más largo de lo normal lejos de la familia. Y, como no conozco lo que es estar tantos días de navegación, quizás el no saber cómo uno va a responder física y mentalmente a algunas situaciones, porque a lo mejor pillas un temporal, o hay momentos complicados. Pero tienes que pensar en todo como algo que te va a aportar una experiencia y tener esa mentalidad, porque si no, mejor no sales de casa. También es cierto que los que pasan seis meses fuera de casa son los alumnos, nosotros no somos marinos de profesión y no sé si soportaríamos tanto tiempo».
Las clases se imparten durante los días de navegación. «Es intensivo, porque en tres meses hay que dar todo lo que corresponde legalmente con una asignatura de grado y todos los créditos». Se pondrá uniforme, aunque no es obligatorio, pero es una forma de sentirse uno más. De hecho, aunque en la mayoría de las maniobras será espectador, quiere ofrecerse voluntario para «ayudar en lo que pueda hacer». Sin duda este es el viaje de su vida. Un viaje que arrancó con viento en contra y olas de tres metros, «lo que hace difícil la navegación». «El barco se mueve bastante pero acabas acostumbrándote y no te queda más remedio que adaptarte».