Armadores y marineros de la flota cefalopodera de Mauritania relatan con amargura las incertidumbres que pesan sobre su futuro una vez ratificada su expulsión de esas aguas
10 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.«Isto é unha ruína para a empresa; xa non durmo. Esta xente non se detivo en todo o emprego e actividade no porto que xeneramos». A sus más de 80 años, el armador marinense Manuel Nores continuaba ayer desolado. El duro varapalo infringido por el Parlamento Europeo al aprobar el acuerdo con Mauritania que excluye a la flota cefalopodera, condenándola de facto a un incierto futuro, resulta para él difícil de asumir. Difícil porque son suyos cinco de los 17 barcos que ahora mismo están en el disparadero (otros seis fueron desguazados y un séptimo vendido) y también por la decepción que supone el hecho de verse abandonado por aquellos que, sobre el papel, deberían defender los intereses de la flota, ya sea la comisaria Damanaki o el ministro Arias Cañete.
Al igual que sus colegas, Nores se debate ahora en una difícil tesitura. De un lado, el desguace, una opción terrible para quien ha construido su proyecto vital y empresarial en torno a su empresa armadora. Del otro una solución no menos complicada: encontrar acomodo en nuevas aguas. «Acabo de comprar unha licencia en Malvinas e estou a espera do de Marrocos, aínda que alí agora mesmo queren dar cinco licencias para ir pescar a unha zona onde non colles nada», argumenta.
El armador marinense admite estar preocupado por el impacto social de esta situación. Por el futuro, en definitiva, de los que han sido sus marineros durante muchos, muchos años. «A xente está tirada, veñen pola oficina a ver que vou facer. Algúns marcharon para Angola e viñeron de volta porque non lles pagaban nin a Seguridade Social». El país africano es otra de las opciones que se barajan para la flota, al igual que Gambia, Guinea Conakry o Guinea Bissau -cada uno con sus singularidades-, pero ninguno ofrece garantías ni una solución a corto plazo.
Sobre estas incertidumbres hablaron también ayer en Pontevedra un grupo de marineros de Marín convocados en la sede de la CIG por el portavoz de los afectados, Xabier Aboi. Las críticas a la falta de compromiso político se extendieron a los gobiernos central y autonómico, pero también a un PSOE que en la votación del lunes en Bruselas se quedó entre aguas, según Aboi, porque el rechazo al acuerdo propugnado desde Galicia contrastaba con el interés por el sí manifestado en Andalucía. «Es lamentable que hubiese más diputados portugueses que del propio PSOE que votasen en contra», lamentó.
Por su parte, marineros como Hipólito Castro o Emilio Estévez mostraron su inquietud por la falta de alternativas para una flota que, hoy más que nunca, se halla ante una encrucijada.