25 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Carreras de listos. A eso hemos asistido los españoles en los últimos años. Porque una carrera de listos era la que corrían los bancos, tratando de conseguir un récord en la concesión de créditos. No importaban ni las garantías ni el riesgo asumido. El objetivo era dar, dar y dar más dinero. ¿Para qué? Para que los promotores inmobiliarios, muchos recién llegados al negocio, se embarcasen en otra competición, también de listos, hasta ver quién era el mas hábil, el que compraba más suelo, sin importar el precio. Y así promover el mayor número de viviendas posibles: 50, 100, 500 o ¡¡¡1.500!!! en una misma urbanización. ¿Para qué? Para lanzar al ciudadano a una maratón de adquisición de vivienda: 20, 30, 40 o 80 millones de pesetas; nada era excesivo.

La espiral funcionó unos años: beneficios multimillonarios para el sector financiero y constructor, y satisfacción a raudales para los nuevos dueños de adosados, pareados y apartamentos. Pero la olimpiada constructora ha llegado a su fin y algunos de aquellos listos quieren demostrar que lo siguen siendo. ¿Por qué, si no, la banca se ha atrevido a pedir que el Gobierno vacíe la caja de la Seguridad Social para ayudarles? ¿Por qué, si no, las inmobiliarias y constructoras, con Martinsa-Fadesa como máximo exponente, le piden al Ejecutivo que les eche una mano? Guardan a buen recaudo los miles de millones ganados en los últimos años mientras usan como argumento (y amenaza) el daño que puede sufrir el empleo de miles de españoles.

Y la cuerda amenaza con romperse por la parte más débil, la de aquellos que corren una carrera de fondo: 40 años de hipoteca, una cuota que les impide llegar a final de mes en números negros y un puesto de trabajo en riesgo. Y a lo peor, incluso ven cómo el Gobierno acaba cediendo a la presión y rebuscando en el fondo de sus arcas para dedicar parte de los impuestos de los ciudadanos a ayudar a los más listos de la fila.