Vida ambulante. Imagínese que vive entre calderas de aceite y masa de harina. Que cada fin de semana su puesto ambulante recorre las ferias de toda Galicia. Que sus padres, sus abuelos, sus tatarabuelos y toda sus descendencia se crió entre el fogón de una churrería ambulante y que usted mismo nació en el puesto de churros, lejos del hospital más cercano. No se pregunte, sólo imagine. Con este panorama, ¿cómo no tener la clave del éxito del sector? Pues esta, exactamente esta, es la historia de Mari Galiano, descendiente de la familia Galiano, que con su espíritu innovador y trabajo esclavo han alcanzado en Galicia tanto éxito que casi se podría decir que una feria sin Galiano no es una feria y los churros que no son suyos no son auténticos.
Tradición familiar. Todos los descendientes de este gran clan continuaron con la tradición familiar. Su éxito: la constancia en el trabajo y «estar todo el día pendiente del material, cuidar que los aceites sean buenos y no se quemen y vigilar la calidad de la harina», comenta Mari, que lleva desde que nació, hace más de cincuenta años, en el negocio familiar. Sin embargo, explica también que a pesar de los múltiples puestos de churros Galiano que existen, aunque son familia entre sí, también son competidores en el mercado.
Diversos sectores. Aunque conocidos por la venta de churros, la familia Galiano es feriante desde mediados de 1800. En todos estos años tuvieron tómbola, tiro, una montaña rusa y un barco vikingo. «Fuimos diversificando el negocio», dice la churrera. En común, hermanos y primos dedicados al mismo negocio, tienen el ejemplo del padre de Mari, Nacho Galiano, gran comerciante e innovador que, con la ayuda de su mujer -él tenía inteligencia pero poca fuerza física- llevó a cabo proyectos que ahora vemos como universales pero que entonces suponían el último grito en los negocios. Y es que sólo en el diccionario éxito está antes que trabajo.
Innovación. Mari es de las nuevas generaciones de la familia Galiano, pero sigue ese proyecto innovador. «A la vez que seguimos con la churrería creamos una empresa de seguridad, aprovechando que mi marido es guardia civil retirado», dice Mari. Pero sólo es un exponente más. En sus palabras, su padre inventó el émbolo que permite hacer los churros sin necesidad de tocar la masa para echarla a freir. «Consideraba que las anteriores máquinas eran antihigiénicas e ingenió un sistema que luego le consturuyó un herrero y que es el que ahora se lleva: se mete la masa en un émbolo, haciéndola pasar por una estrella para darle forma al churro -si no explota- y se corta con una especie de espumadera, evitando así tocar la masa con las manos. Este nuevo sistema también convirtió los churros en redondos en vez de cuadrados» explica la churrerra. Sin embargo, no se acaban aquí las genialidades de Nacho Galiano. «Cambió las calderas de carbón por las de petróleo, a las que instaló un ventilador para avivar el fuego -sigue diciendo su hija- y eso por no hablar del sistema que inventó para distribuir cerveza fresca en las ferias a través de un tanque de cinc con hielo picado».
Cambio de vida. Los churros siguen siendo los de siempre, pero con la llegada de la electricidad, de nueva maquinaria, con vehículos más rápidos y otras muchas facilidades, la vida se ha vuelto más agradable para estos vendedores ambulantes. No obstante, las horas de trabajo son inevitables y van desde muy temprano hasta bien entrada la noche, sobre las tres de la madrugada. Preparar la masa, comprar nuevo material, poner a punto las máquinas, limpiar las freidoras, realizar las reparaciones necearias en el puesto conlleva mucho tiempo y mucha dedicación. Se trata de un trabajo sacrificado que hay que combinar siempre con la mejor sonrisa cara a los clientes.
Garantía de futuro. Afianzar la empresa hacia el futuro. Cuidar que se mantenga una receta concreta y una manera de vida. Ese es el reto que afronta la familia Galiano cara a los próximos años. De momento, en la familia de Mari serán sus dos hijas las que tengan que decidir si continúan con la vida nómada de sus antecesores o si desean emprender una nueva trayectoria profesional. Pero por esta u otra rama de la familia habrá continuidad porque el espíritu emprendedor y comerciante es un virus que ataca muy adentro a esta gran tribu de gente que sólo conoce el duro trabajo y la satisfación del éxito. Detrás de una caldera de aceite y de unos fogones, también se puede ser famoso.