Comentario | «El canto del cisne», de Chejov
10 jun 2005 . Actualizado a las 07:00 h.Inicialmente prevista para el día uno de abril pasado en Pontevedra, la Obra Sociocultural de Caixanova ha celebrado recientemente la representación de la obra El canto del cisne, dirigida y adaptada por Emilio del Valle en base a la página teatral del mismo título de Anton Chejov. Esta obra trágico-dramática (característica del escritor ruso Chejov), implica a dos hombres con sus musas, ninfas, duendes, espíritus y fantasmas que arranca en la negrura de la noche cerrada y concluye horas más tarde cuando las primeras luces del alba hacen su aparición, símbolo de un amanecer con sus rayos de esperanza. Así, presenta al personaje Vasil Vasilich (Manuel de Blas), un actor de 70 años, en el cénit de su carrera, insatisfecho con su última representación, bebido, reprochándose infinidad de cosas, lamentándose de su signo, a la vez que pasando por su mente infinidad de personajes, dentro de su vida dedicada íntegramente al teatro. Por otro lado, el joven aprendiz de actor Nikita Ivanich (Juan Díaz), fan de Vasil, espiándole, aprendiendo de él, tratando de emularle algún día... pero muy pobre, a tal punto que, sin nadie saberlo, dormía en uno de los camerinos del teatro y al que el viejo actor aborrece por su juventud. Como decían: «Un presente de hambre, frío y soledad», sin embargo, contrarrestaban: «Donde hay talento, no hay cabida para la vejez». «La escena de hoy es el patíbulo», decía Vasil; «Quieres cambiar el mundo, el teatro,... dentro de 50 años serás viejo como yo, sin embargo quieres conocer la nota más grave y más aguda de mi diapasón». «No miro atrás en busca del sol, donde lo he perdido siempre». «El séquito del Olimpo le invita a entrar». Una delicia de texto. En medio de todo ello, una ninfa etérea, balletística, voluptuosa, sensual, cruzaba una y otra vez el escenario (Carolina Solas), casi siempre acompañada por la presencia de la violinista Raquel Rivera. Finalmente, el viejo actor se quedó dulcemente dormido en brazos del joven; rindió su vida, interpretó el canto del cisne. Por asociación de ideas, ello me trajo a la memoria mis épocas de cantor de la Coral Polifónica de Pontevedra, recordando uno de los madrigales que solíamos interpretar titulado Il bianco e dolce cigno cantando more..., de Archadelt, aquel cuya letra en español dice «El blanco y dulce cisne cantando muere...» Tema triste y deprimente, en tono de reproche... pero al final aparece la luz al término del túnel, vislumbrándose la renovación, el testigo recogido, la continuidad, la vida... el teatro seguirá viviendo. Un texto muy bien urdido, de gran fuerza dramática, formidablemente interpretado por parte del veterano actor Manuel de Blas, tanto en su escenificación como en su expresión sonora, salvo en el inaudible monólogo inicial; muy bien secundado por Juan Díaz, el joven aprendiz de actor; sin menospreciar los etéreos pasos por las tablas de Carolina Solas y la presencia tocando el violín en directo de Raquel Rivera.