En el ajedrez, como en el día a día, tomar la decisión adecuada es crucial. El que mejor haya aprendido la lección vivirá más y, sobre todo, ganará hoy el Abierto de Pontevedra
20 ago 2002 . Actualizado a las 07:00 h.La estrategia A veces, la vida le pone a uno entre la espada y la pared. Los movimientos se limitan y resulta difícil saber qué hacer. Una decisión condiciona la siguiente y no se puede dar marcha atrás. Por eso, es necesario barajar todas las posibilidades, valorarlas y, sobre todo, insertarlas en un plan. Siempre es mejor tener una mala estrategia que no tener nada. El jugador Este simulacro de vida es la razón por la que Manuel Vázquez, el entrenador de ajedrez de los niños de la ONCE, considera que se debería enseñar este juego en los colegios. «El ajedrez -asegura- acostumbra a uno a tomar decisiones rápidas, a analizar situaciones y a tener confianza en sí mismo». Quizá a algunos padres no les guste que su hijo se encierre en su habitación en vez de jugar con sus amigos, por el miedo a que la criatura se convierta en un «bicho raro». Ese es muchas veces el concepto que tenemos del amante de este milenario juego. A Manuel no le agradan demasiado la forma en que se retrata en el cine; el personaje de la versión cinematográfica de La tabla de Flandes le «resulta patético». Para él, el jugador de ajedrez puede ser introvertido o extrovertido, pero, ante todo es un ser curioso y desconfiado, «porque en el ajedrez nada es lo que parece». El torneo El abierto internacional de ajedrez de Pontevedra llega hoy a su fin. En él han medido sus fuerzas más de un centenar de jugadores españoles y de países tan distantes como Cuba, Azerbaiyán, Alemania o Perú. No sólo hay variedad de nacionalidades, sino también de edades: desde un niño de siete años a un catedrático de Física de 82, que asegura que «para jugar a esto no hace falta ser tan listo». Todos se enfrentan en igualdad de condiciones, porque en esto del ajedrez, lo que importa es la mente. Jugar a la ciega No hacen falta piezas ni tablero. Para echar una partida sólo hace falta mucha memoria. La dificultad reside en saber dónde están las piezas, ver los espacios libres y calcular los posibles movimientos del otro. Es lo que se conoce como jugar a la ciega. Por eso, Manuel Vázquez cree que el ajedrez es el único deporte en el que los ciegos están en igualdad de condiciones. Para competir con un vidente que no sepa jugar «a la ciega», los invidentes precisan de una serie de adaptaciones en el tablero. Las piezas deben quedar bien fijas para que él pueda tocarlas, y las negras se distinguen de las blancas por un pequeño puntito en la parte superior. En el tablero, los cuadros negros sobresalen ligeramente de los blancos. Harry Potter Para ser un campeón no sólo basta con tener talento. También hay que estudiar mucho. «Hoy tenemos un exceso de información -comenta Manuel- Ahora el ajedrez es menos intuitivo; existen miles de libros, y con Internet la cantidad se multiplica». El análisis de esta información es muy necesario, ya que los veinte primeros movimientos de una partida suelen ser conocidos. Pero estudiar ajedrez no tiene por qué ser aburrido. Una escuela de ajedrez podría parecerse al castillo de Harry Potter. Decenas de niños empollando durante ocho años lo que más les gusta: iniciación, táctica, estrategia, finales y aperturas. Todo para ser un mago en el ajedrez y un sabio en la vida.