A Lagoa de Antela, 60 años de añoranza

sindo martínez XINZO / LA VOZ

SANDIÁS

MIGUEL VILLAR

Una obra que duró cuatro años consumó hace seis décadas el finiquito del mayor humedal de noroeste de la península

08 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ahora seis décadas, en 1958, el gobierno franquista comenzó a ejecutar una ley alumbrada un par de años antes, que supuso el finiquito a un escosistema con milenios de historia.

Los tecnócratas de Franco declararon el «alto interés nacional» de la desecación y colonización del humedal y decretaron el finiquito de A Lagoa de Antela. Ese fue el marco legal de una obra cuyos trabajos no concluyeron hasta cuatro años después. La superficie afectada por las labores de desecación del humedal y encauzamiento de toda el agua en un canal principal fue enorme. Afectó a un total de 3.165 hectáreas.

92 millones de pesetas

Los trabajos, con un coste de 92 millones de pesetas, supusieron la habilitación de una superficie fértil que ahora acoge la principal zona productora de cereal y patata de Galicia. Se movieron más de dos millones de metros cúbicos de tierra y se crearon más de 28 kilómetros de canales. A precio de hoy en día, esta magna realización supuso una inversión superior a los 70 millones de euros; la mayor actuación pública del pasado siglo en la comarca antelana.

La entidad de la obra fue equiparable, por no decir superior, a lo que supuso la construcción de la autovía Rías Baixas en la década de los 90. La nueva zona colonizada fue alquilada a un precio módico a los colonizadores, vecinos de los cinco concellos que abarcaba: Xinzo de Limia, Sarreaus, Sandiás, Vilar de Barrio y Xunqueira de Ambía. La laguna era uno de los mayores humedales de la península ibérica, con una extensión de 42 kilómetros cuadrados (siete de largo por seis de ancho. Su superficie media era de poco más de medio metro, aunque en algunas zonas había pozos de más de tres metros de profundidad. Las ranas y los peces de río eran la principal fauna existente, que también contaba con una gran riqueza de especies avícolas.

Atrás quedaron el beón, o miles de juncos existentes en las riberas de la laguna, y una historia milenaria que alumbró mitos como el del Galo de Antioquía o realidades como la proliferación de palafitos o pequeñas isletas construidas por el ser humano en el interior de la laguna. En el olvido quedaron también los viajes en barca de miles de limianos durante siglos para pescar en el humedal.

Desastre ecológico

Sesenta años después, la decisión de la desecación continúa siendo valorada de formas diversas. Para algunos, aquello supuso un desastre ecológico y el final de un ecosistema formado en la época del Terciario, miles de años atrás. Para otros, supuso poder labrar en nuevos terrenos, algo que evitó que una generación eludiera la miseria en la dura época del posfranquismo en una zona muy subdesarrollada a finales de los 50.

Un octogenario de Xinzo, José Martínez, que vivió en su niñez y juventud la última época de esplendor de la laguna, rememora: «Había xente que sacaba da lagoa o beón e o botábao nas cortes do gando. Logo usábase como esterco na finca». Martínez menciona que trabajó a mediados de los años 50 en zonas aledañas a A Lagoa, en Xinzo. «Traballábamos sachando as leiras de patacas en ranchos de 10 ou 20 mozos; xusto ao carón da lagoa; pagábannos algunhas pesetas ao día. Logo fixeron o canal e desecaron o humidal», recuerda.

El presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural, Serafín González, no le ve nada bueno a la obra. «Non só foi un desastre ecolóxico enorme senón que as consecuencias demográficas, económicas e sociais foron moi negativas», dice. Y añade: «Extinguíronse dez especies de aves na Limia e unha a nivel ibérico: o ganso común. Outras moitas especies quedaron moi tocadas a nivel Galicia, xa que en tempos o número delas era moito máis abundante, como pode ser o caso da cigüeñela ou o sapo de espuelas, así como unha grande cantidade de peces e invertebrados que vivían nesa lagoa de auga doce».