Dos escaladores ourensanos rescatan a una cabra extraviada en Manzaneda

Pablo Varela Varela
pablo varela OURENSE / LA VOZ

MANZANEDA

De izquierda a derecha, el descenso de Alfonso Böck al risco para el rescate de la cabra, que entregaron a su propietario
De izquierda a derecha, el descenso de Alfonso Böck al risco para el rescate de la cabra, que entregaron a su propietario CEDIDA

El animal llevaba varios días en un risco de difícil acceso

28 ago 2021 . Actualizado a las 21:53 h.

El pasado fin de semana, como en otras tantas ocasiones, Miguel Feijoo y Alfonso Böck, dos miembros de la Asociación de Escaladores Ourensáns (Asesou), se desplazaron a Cabeza de Manzaneda para disfrutar de una jornada de rápel en los montes del entorno. Lo que no sospechaban, sin embargo, es que acabarían descolgándose por los riscos pero por un motivo muy distinto al habitual: auxiliar a un animal perdido.

«Estábamos en la zona de As Aguilladas, un paisaje que es bastante escarpado. Y durante todo el día estuvimos escuchando balar a una cabra, que parecía totalmente desesperada», cuenta Feijoo. La localizaron oteando las alturas, en una especie de terraza a unos seis metros de la cima y que era prácticamente imposible de abandonar para ella por la verticalidad de la pared. Supusieron, entonces, que el animal se habría caído huyendo de alguna alimaña o que, sencillamente, logró bajar por alguna repisa estrecha pero después se vio imposibilitado para subir.

«Era prácticamente imposible que pudiese salir por sí misma. Nos dimos cuenta de que no era capaz, y por eso balaba. Fuimos al curro del cabrero, Paco, que suele tenerlas sueltas para que pasten por las cercanías, y él nos explicó que la cabra llevaba unos días allí pero que él no lograba rescatarla», apunta Feijoo. Ocurre que, además de su mala ubicación, el animal estaba totalmente expuesto al sol, en días con un registro consecutivo de muy altas temperaturas y sin agua en las cercanías. De ahí que su rescate fuese urgente.

Al día siguiente, Feijoo y Böck regresaron al lugar con material para iniciar el descenso al risco. No había anclajes en la pared, así que tuvieron que apañárselas para fijar unos nuevos y descolgarse, muy poco a poco, hasta donde se encontraba la cabra. «El cabrero nos lo agradeció mucho, porque la zona era bastante difícil. Hasta allí bajó Alfonso, que es uno de los monitores de escalada de Asesou y ha trabajado muchos años en verticales. Y además, él tiene un don especial con los animales, así que era ideal», rememora Feijoo.

No había un camino para acceder a la parte de arriba de la pared, así que Böck se las ingenió para ir cruzando un inicio plagado de matorrales antes de asomarse a la terraza donde aguardaba el animal. Finalmente, lo consiguió. «Puede que se quedase allí atascada haciendo el mismo trayecto por el que fuimos nosotros, pero no supo salir y llevaba ya un tiempo perdida. Por suerte, pude atarla a mí para subir. Era mansa, pero balaba mucho en la subida porque estaba nerviosa», explica Böck.

Hubo final feliz y, aún así, ambos quitan hierro a su buena obra. «Le entregamos la cabra a su dueño y nos lo agradeció mucho. Entendimos que era lo que debíamos hacer, porque nosotros disponíamos de todo el material necesario», dice Feijoo con sencillez.