Nueve vecinos de Oseira morían por oponerse al traslado del baldaquino del monasterio

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Fotografía antigua del baldaquino de Oseira
Fotografía antigua del baldaquino de Oseira Biblioteca Deputación Ourense

En 1909 la Guardia Civil, bajo el mando del teniente Salinas, les disparó sus fusiles

28 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Apenas unas líneas recibidas por telégrafo, y publicadas en La Voz de Galicia el 23 de abril de 1909, avanzaban lo que luego se confirmó como una tragedia que pasaría —por desgracia— a formar parte de la historia luctuosa de la provincia y de la comunidad gallega. Bajo el titular Un pueblo amotinado. Tres muertos y cuatro heridos se podía leer en la portada de ese día, con pase a la segunda página, una breve reseña fechada en Ourense: «Por orden del obispo de la diócesis Sr. Ilurdáin ocho carpinteros protegidos por veinte guardias civiles intentaron hoy derribar el baldaquino del monasterio de Osera. El pueblo se amotinó y la guardia civil hizo varias descargas. Hubo tres muertos y cuatro heridos. Los montañeses acuden en masa a defender a los vecinos de Osera. Salgo para el lugar del suceso. Nóvoa». 

Los peores presagios se confirmaron y el espectáculo dantesco con el que se encontraron quienes se acercaron hasta Oseira aparecía recogido en todos los medios de comunicación con profusión de datos.

El 25 de abril La Voz de Galicia hacía referencia a los trágicos sucesos y confirmaba un balance escalofriante: 9 muertos y 29 heridos. De la crónica de los sucesos se desprendía un abuso de poder claro y la autoría de un responsable que no dejaba lugar a duda: el teniente Salinas, al mando del destacamento de la Guardia Civil que se había trasladado al lugar.

LVG

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A las cinco de la madrugada del 22 de abril de 1909 llegaba a Cea la comitiva formada por un grupo de carpinteros y el destacamento de la Guardia Civil que los acompañaba. Habían salido de Ourense y tenían como objetivo cumplir con el encargo del titular de la diócesis, el navarro Eustaquio Ilundáin Esteban, de desmontar el baldaquino del monasterio para trasladarlo a la ciudad.

Manifestación en O Carballiño por las muertes de Oseira
Manifestación en O Carballiño por las muertes de Oseira RAMON GODAS

Llegados los expedicionarios a Oseira se encontraron con las puertas «cerradas herméticamente». Ante dicho escenario el teniente ordenó a los carpinteros que las derribasen a hachazos. Lo que cumplieron. «Franqueadas las puertas, la nave del templo apareció llena de mujeres y chiquillos que gritaban que no les tocasen su venerado altar», se recogía en la noticia del 25 de abril. Según las declaraciones de los mismos, los carpinteros comprendieron de inmediato la insensatez de la tentativa de intentar acceder al baldaquino —el militar había dispuesto cargar— y «manifestaron al teniente Salinas su propósito de retirarse de inmediato». Ordenó el guardia civil que los acompañase hasta Cea una pareja de uniformados. «Pero antes de llegar a mitad del camino, oyeron con espanto un vivo y granado fuego de artillería», se señalaba.

Hasta el lugar se habían acercado los vecinos con palos, horquillas y otros instrumentos de labranza y la masacre fue total. El primero en disparar, el teniente Salinas, lo hizo con su revólver, y «la mayoría de los muertos y heridos recibieron las heridas por la espalda». Entre las víctimas, una niña de diez años y una mujer en avanzado estado de gestación —labradora, de 25 años y madre de dos hijos—.

La brutal represión se convirtió en un escándalo que corrió como la pólvora. A pesar de no ser autorizada, una manifestación de miles de ourensanos recorría las calles de la ciudad a los pocos días. El obispo se había fugado —estaba en «visita pastoral»— por temor a posibles represalias de los ciudadanos y los sucesos provocaron una batería de iniciativas, preguntas y comisiones de investigación en el Congreso y el Senado.

La Iglesia y la Guardia Civil, de forma destacada el obispo Iludáin y el teniente Salinas, eran señaladas como culpables.

 Grabado de Castelao

La tragedia también llegó a las coplas populares. En una de ellas la primera estrofa era evidente: «Los feligreses de Osera / claman al divino Cristo / que le mande á su iglesia / la cabeza del obispo». Y las intenciones nada ocultas: «Cuando marchen los tricornios / has de llevar cencerrada / ó te llevan los demonios / o te marchas a Navarra».

El suceso causó un gran impacto en la Galicia de comienzos del pasado siglo y se convirtió en una de las referencias de las acciones cuyo uso desproporcionado de la fuerza por parte de la autoridad dejó tras de sí un reguero de muertes. El propio Castelao se hizo eco de la tragedia en su álbum Nós . En uno de sus grabados se ve a una mujer con un niño que pasa por delante de un cementerio y en el texto del mismo se puede leer: «¡Un padrenuestriño polos que morreron en Oseira, Nebra e Sofán!».

22-04-1909

El obispo había ordenado el traslado del baldaquino a la ciudad. El pueblo de Oseira se oponía y los militares dejaban un reguero de muertos.